Ramallets. El mejor portero del Mundial de Brazil del 50. El del Maracanazo uruguayo de Ghiggia y compañía.
Catalán, del Barça, alto y enorme portero de la Selección Española. Acaba de dejarnos. El fútbol español pierde a uno de sus mitos en su historia. Como esos grandes porteros ibéricos como han sido Zamora, Iríbar, Arconada, Casillas, o naturalmente el fenecido Ramallets.
Por edad, lógicamente yo no le vi jugar. Sé que fue muchas veces internacional, titular indiscutible en aquel Barcelona de Kubala o Manchón, y ganador de muchas Ligas y muchos torneos más.
Así que os confesaré una cosa. Es posible que la primera vez que escuché el apellido Ramallets fuera en voz de mi madre. Sí. Que nadie se sorprenda. Porque mi madre y mi padre iban al campo de fútbol valenciano de Mestalla a ver al Valencia, y recuerdo la naturalidad con la que ahora mi senecta madre mencionaba a Ramallets del Barça. Que si Ramallets por aquí, que si Ramallets por allá. Se ve que a mi madre le gustaba el apuesto y alto guardameta catalán. Seguramente fue uno de los primeros jugadores españoles en los que se fijaban las señoras que acompañaban a sus maridos a los campos para ver los partidos los domingos por la tarde.
La belleza. El sexy. El atractivo del hombre alto que seduce con sus medidas a las chicas, y todas esas cosas. Y recuerdo todavía más, otra cosa de mi madre. Sí. Me acuerdo perfectamente de que cuando mi madre hablaba del gran Ramallets, su rostro se iluminaba llenándose de alegría. Se ponía frivolona, festiva, y se iba a la adolescencia imposible buscando su fantasía de deseo admirativo. Siempre asocio al gran Ramallets- el que lo paraba todo-, a mi madre más juvenil y desenfadada, alegre, y dispuesta a irse al fútbol con papá, a la Feria de Julio, a la Plaza de Toros, a los combates de boxeo que le gustaban a mi padre, al baile, o al canto, o a lo que hiciera falta. A la fiesta ...
Seguramente, ésto debió ser muy común en este país y en aquel entonces tiempo de franquismo y de oscuridad. El fútbol atraía también a las mujeres de los hombres que iban al campo. Debió de haber una legión de señoras de toda España enamoradas de Ramallets, igual que en Valencia de Vicente Puchades. Otro internacional de la Roja, que se consagró en ese mismo Mundial cincuentón de Brazil.
La pasión del fútbol y la edad de Cronos que nunca perdona ni a los mitos. A nadie. Ramallets fue el gran ídolo futbolístico de Cataluña y de Barcelona. Y éso, que aquel equipo tenía a fueras de serie como los antes citados. Barcelona vibró con Ramallets y se fundió en empatía total con el gran portero. Fue su joya y orgullo. Después estuvo Sadurní, Miguel Reina, y ahora un Víctor Valdés que se nos va a otros lares.
También el fútbol ha de ser grande desde una portería. El chaval actual también puede identificarse con tipos que se disponen a sacar unos reflejos fastuosos, y a parar goles que ya se cantan, Los porteros también tienen magia. Lo mismo que Neymar o C. Ronaldo. Siempre que eres bueno, te haces notar y te siguen.
Ahí queda pues el recuerdo del gran guardameta Antoni Ramallets, y sus enormes paradones que saben a eternos. Era obligado,-y no digamos cuando vuelve a acercarse un nuevo Mundial brasileiro que ahora huele a Papa y a ilusión-, evocar la figura de uno de los mejores jugadores españoles de todos los tiempos.
¡ADÈU, MESTRE!
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