miércoles, 10 de julio de 2013

- LA SEÑORA CHON Y SU REALIDAD -



Menuda apoyada sobre su bastón, y muy independiente. A la señora Chon le gusta hablar por los codos. Se le nota sola y apartada. Su semblante es triste y esquivo.
Si te pilla en un día del corazón de su aburrimiento, debes temerla. Aunque te diga que se hace tarde y que el tiempo pasa que vuela, cuando te des cuenta te sentirás casi preso de su discurso interminable.
De modo, que lo mejor que puedes hacer con la señora Chon, es aprovechar su misterio pausado para intentar captar su verdad que trata de esconder bien. Nunca se abrirá del todo. Odia el mundo que entre todos hemos fabricado, y seguramente odia también muchas partes de sí misma.
El tema hombres, lo saca bien poco. Solo habla de su padre y un ratito de su hijo mayor. Recuerda mucho a sus amigas las otras mujeres, que aman como ella las plantas y la cultura. Sí. Porque para mí la señora Chon es lesbiana de un tiempo imposible que nunca elucubrarás. Un día me dijo que el grupo de amigas que tiene, es paz, y que nunca hay grandes discrepancias. La palabra y presencia de otras mujeres la asocia a una libertad de armario que nunca supo franquear. Es víctima de un tiempo cruel.
Y, lee. Siempre está leyendo. Mide mucho su hablar. Parece culta, y busca siempre la palabra más precisa en sus contares calmos y a veces olvidadizos, dado que su memoria le juega malas pasadas.
Me habla de cuando iba aquí cerca de Valencia al monte de El Vedat, y que a ella le gustaba conducir más incluso que a su marido, y que hicieron un paellero que mutó en caseta y que creció la caseta y ganaron hectáreas, y pusieron hasta una modesta piscina en la que se bañaban aburridos cuando llegaba el estío.
El aljibe. La señora Chon me habla de aljibes y de pozos, y de raíces, y de agua, y de plantas, y de bella humedad, y hasta de potentes tormentas en el chalet de El Vedat cuando bastante más joven. De senderos muy bellos casi vírgenes por entonces.
Aljibe para aquí, aljibe para allá, pozo por aquí, oquedad acuífera por acullá. La señora de hablar bajo y timidón, me cuenta todo lo que quiere y me escruta con sus ojos. Adora  los  pueblos de la Marina de Alicante. Toda la montaña, todo el sendero, y toda la gastronomía.
Para la señora Chon, el arroz a la costra  es el plato más maravilloso que existe. Dice que a ella le gusta comer, a pesar de su cuerpo menudo y hasta apurado. Ama meterse en la cocina y apostar por un gran plato suculento y excelentemente preparado. De lenta y necesaria cocción y elaboración. Es perfeccionista y exigente consigo misma y con los demás.
Si has de preparar un arroz a la costra, o has de hacer un discurso, o has de opinar, te va a escuchar siempre que seas rigurosidad y precisión. Si eres ligero, entonces optará por censurarte y castigarte con su palabrería inacabable. Te va a interrumpir.
Me da la sensación de que a la señora Chon la vida le ha sabido a poco. Desprecia su vejez, y aguanta lo que le echen por el qué dirán y por no hacer sufrir. Su discreción es su corte de mangas.
Pero la verdad y el carácter de la señora Chon, es otra cosa. Élla, se siente siempre una mujer libre e independiente, que lanza orgullo, ironía y hasta contundencia irreductible.
Lo que pasa es que su soledad, además de un hecho claro, es un excelente clavo ardiendo para no gritar su ira a los cuatro vientos. Y a mí me secuestra casi literalmente, y le hacen gracia las cosas de mi naturalidad y espontaneidad. Se siente bien con un hombre más joven que le habla, y que sobre todo, la escucha.
Pienso en la tremenda sordera social que debió decepcionar a la señora Chon. Por eso se hace mucho la tonta y la boba. Porque ya le cuesta creer en los demás. Solo se deja ir, y camina, y sigue, y se sienta en un banquito, y lee, y hasta mira astutamente de reojo.
-PEQUEÑA Y COMPLEJA LA SEÑORA CHON-

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