jueves, 18 de julio de 2013

- LA INDECISION ERRADA -



La llave que no abre correctamente la cerradura de la puerta del patio de la casa de mi hermano en donde mora mi madre. Sí. Hace ya varios días que algunos vecinos se quejan de que la cerradura del patio está estropeada. Pero, nadie se decide a arreglarla ...
Me recuerda a aquella estrofa de una canción del gran Serrat, que reza: "Que llegamos siempre tarde donde nunca pasa nada ... "
Son así. Los vecinos del bloque en donde vive mi hermano, son así. Les encanta quejarse de las cosas, pero muy raramente alguien toma decisiones y resuelve las situaciones. No hay voluntad.
Es gente cerrada que no se fían ni de la chaqueta que llevan puesta. La calle es un antiguo callejón modernizado, los vecinos se esquivan entre sí y hacen por tratarse lo menos posible, y entienden ese modo o estilo de vida tan poco social e interactivo como algo normal.
Abajo de todo, en el zaguán, hay un panel de indicaciones con teléfonos, al que yo llamo el panel de la hipocresía. Porque son direcciones muy generales, y para la iniciativa individual y en absoluto colectiva. Está todo lleno de teléfonos que no sirven para nada. No está el nombre, telefóno y puerta del Presidente de la Comunidad, sí está el del administrador de la finca, y todo está diseñado para que siga la fría distancia y nadie haga demasiado nada. Para que todo siga igual.
En los meses de verano, la cosa se nota más. Los personajes que son los que realmente toman las decisiones de las cosas que surgen en la Comunidad, se van a sus segundas residencias y a las vacaciones, y todo se hace más patente. El individualismo, a mí llega a producirme irritación y hasta desconcierto.
En el panel de abajo tampoco pone quién es el depositario de las llaves de una gran terraza que hay arriba de la finca, y nada es casual. Rechazan a los nuevos y a los que no conocen. Tienen un miedo casi ridículo. Su celo defensivo es tan excesivo como real. Esconden y se esconden.
Abrir. ¿Abrirse? Antes muertos. Nunca van a decir su verdad, y menos a quienes no forman parte de su corrillo. El amiguismo cerrado todo lo preside. Hay un silencio interesado y selectivo. Un mutismo y una sigilosidad estrepitosos.
Callejón cerrado, incomunicación interpersonal, persianas y ventanas cerradas hasta en el verano, falta de ventilación, una oscuridad en los pasillos de los pisos que contrasta con un despilfarro de luz totalmente encendida de noche en el amplio zaguán, y todos los etcéteras que queráis.
No sé quiénes son, y cada vez me lo pregunto menos. Ya no me pica tanto la curiosidad como al principio. Es gente que en general no merece la pena y sí la distancia. Es lo que desean en última instancia. ¡Ah!, y que otros les hagan las cosas y las gestiones. Esto último, les mola cantidad ...
Evoco un tiempo distinto de acercamiento y de no frialdad. Retengo en mi memoria a las personas que vivieron en mi casa de toda la vida. El señor Salvador, la señora Paquita, el señor Emilio, los señores Camañes, el señor Joaquín, la señora Amparín, y los hijos y descendientes de todas estas personas. Hermosa familiaridad.
Fue otro tiempo. Para mí es un error lo de ahora. Parece que necesitamos una cerrazón y un blindaje. El temor y la desconfianza hace que vivamos un tiempo frío y sin verdad. Las cosas se han vuelto opacas y nada transparentes. Es como si no nos gustaran las cosas de los otros. Ha de ser apasionante conocer qué se piensa hoy en día del concepto o de la palabra vecindad.
-EXTRAÑA MALA FAMA-

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