Acaba de ganar la Liga con el FC Barcelona, pero más allá de la fatalidad de su salud delicada, siempre le ha acompañado la sombra del gran mito Pep Guardiola.
En realidad, de Tito solo sabemos que ha sido el segundo de Pep durante estos años mágicos de éxitos. También se dice que eran excelentes amigos, hasta que Vilanova le echó en cara públicamente el no ir a visitarle en dos meses durante su convalecencia en los hospitales americanos. Solo ellos dos podrán saber qué pasó realmente.
El presidente Sandro Rosell, anunciará en breve al nuevo entrenador azulgrana. Vilanova ha reconocido que el agravamiento de sus problemas de salud le impiden entrenar al Barça como es su deseo. Su prioridad, han de ser sus cuidados frente a puto cáncer que padece. Lógica su posición.
Pero, el año pasado, no pareció tan lógico. Creo que se equivocó. Trató de compaginar sus problemas de salud con la dirección en el banquillo, y a mí me da que pecó de osado y hasta de ambicioso. Entrenar al Barça es como pilotar un enorme barco, en lo deportivo y también fuera del estricto marco del deporte.
Aunque nadie le va a quitar al Tito la razón sobre su gran éxito en la Liga, hay que reconocer que nunca fue un hombre que transmitiese ilusión. Y no lo digo por su estado anímico. Conste.
Solo me limito a su estar en el banquillo durante los partidos. Demasiado soso, demasiado frío, demasiado previsible, con el Damocles del mito Guardiola comparándole bien duro, y sin espíritu en aquella semifinal de la Champions en donde no quiso sacar delanteros cuando el Barça necesitaba traca ofensiva.
Larguirucho y delgado, apático, con una mirada entre lánguida y educada, Tito Vilanova fue excesivamente discreto e interiorizador. Quiso quedar tam bien que yo nunca le creí del todo. Su Barça nunca jugó bien, y se decía que no se podía comparar con aquella magia del equipo de Pep y que los jugadores de ahora no eran aquellos y que los actuales andan con algunos años más.
No me ha convencido. El Barcelona necesitaba otro entrenador aunque Tito hubiese estado bien de salud. No aportó nada nuevo a la manera y al catón que implantó Guardiola. No innovó apenas nada , no le gustó Villa, y el Barça fue un campeón triste y hasta anodino.
Deben pasarse todas las páginas. Can Barça necesita substituir la exhuberancia del maestro Guardiola por un tipo que gesticule en el campo y que asuma sin ambages toda su personalidad en las derrotas y en las victorias.
El Barcelona no olvida a Guardiola, pero la vida he de seguir con más sal y alegría. Precisa de un técnico con más fuerza presencial y de atracción. Alguien que dé un puñetazo en la mesa y logre convencer. Que se atreva. Pronto Rosell nos dirá quién es el sucesor de Vilanova.
Y, finalmente, desearle a Tito que se recupere lo más pronto posible de sus problemas de salud, que se haga la paz con Pep, y que los sustos iniciales den paso a nuevas hojas de la vida que encajen en este locura social que es el fútbol y toda su tremenda ilusión.
¡A CURARSE, TITO!
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