Es argentino, y parece que abierto a la realidad de la gran e injusta pobreza. Jesuíta, como los antiguos vascos aventureros que convirtieron la fe en la conquista del orgullo y de la globalidad. La Iglesia debía viajar y abrirse, darse a conocer; penetrar en otros lares aparentemente dificultosos e imposibles.
Brazil. Un Continente que se llama nación. Juegan al fútbol de cine, y tienen unas favelas de pobreza y violencia que causan el terror. Los brasileiros se santiguan una y otra vez. Saben que la muerte acecha en cada rincón. Por eso son religiosos y evangelistas, protestantes, individualistas y festeros.
Brazil es una magia. Un lugar donde hay garotas y candomblé, cataratas espectaculares, y playas de canción de Vinicius de Moraes o Toquinho. Y, capitalismo neoliberal. Brazil no solo es Pelé, o Neymar, o mulata maravillosa, sino capitalismo inhumano y cabrón. Desarrollismo sin escrúpulos, y drama en la piel.
Francisco es argentino y sabe bien el terreno que pisa. Son rivales en fútbol, y en el fondo se admiran. El Papa con buenos gestos y emociones, sabe que están perdiendo el partido ante el gran avance del protestantismo. Necesita remontar el gran barco de los 2013 años y de Pedro. Brazil es una excelente cantera de futuro. Hay muchos millones de habitantes y todo el desconcierto. Y a los jesuítas siempre les ha ido la marcha en la adversidad. No se arrugan.
El Papa ha de ser fuerte. Parece que el actual, es estratega. Decide mostrarse ante Brazil y el mundo, como un hombre nuevo que es capaz de asumir por ahora todos los riesgos. Por eso le quita el blindaje al papamóvil, abre las ventanas, y se pasea por delante de las terribles y más que pobres favelas en donde se cuece uno de los dolores más grandes. El Bronx de Brazil. Un lugar policial y de marginalidad, en el cual Francisco se muestra seguro y convencido.
Pasadas las favelas, se reúne con la presidenta Dilma Rousseff, y llega la gran masa afín y las jornadas mundiales de la juventud católica. A pelear.
La juventud y el futuro. Los indignados le miran con recelo y curiosidad. ¿Será de los nuestros o quizás un formalista anodino?, ¿estará por la Curia o por el pobre?, ¿logrará modificar la chicha de las cosas, o solo querrá llenar de fieles sus arcas desvaídas? ...
Esa es la gran cuestión. La Iglesia y su dogma, que tantas pegas parece ofrecer. ¿Aceptará Francisco la homosexualidad?, ¿dará a lesbianas y homos un mejor posicionamiento dentro de su Iglesia?, ¿admitirá el aborto?, ¿o acaso todo se quedará en un gran maquillaje mediático y bonachón? El tiempo siempre es el testigo que pare la Historia.
Cronos dirá las cosas. Francisco sabe que necesita otras voces y otros acentos, además de darle al pobre la consideración y el detalle que sus antecesores no le dieron. El espontáneo y valiente Papa, tiene en Roma a sus adversarios más contumaces. Son aquellos que apuestan por aferrarse a la continuidad aún a costa de quedarse atrás frente a otras religiones. Sí. El Papa Francisco tiene en sus viajes el momento más sencillo. La mayor dificultad siempre es la vuelta a casa.
-SUS VERDADEROS RETOS-
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