viernes, 26 de julio de 2013

- MI VASO FRESCO DE AGUA -



Tras remodelar mi cocina, ahora tocaba introducir en su interior los nuevos y económicos muebles adquiridos. Y, entre ellos, hay uno distinto y hasta especial. Mi frigorífico. Mi primer frigorífico que va a ser gestionado única y exclusivamente por mí.
Es mágica esta nevera. Desde mi Julio asombrado y más que caluroso, yo iba a hacer por vez primera una magia cotidiana.
Lo primero, fue enchufar el aparato a la red eléctrica. Iba. Todo nuevo, blanco, y si pones la mano te sale un frescor nuevo y necesario que no solo sirve para conservar los alimentos y las bebidas en el verano, sino que me hace la satisfacción de experienciar     y     vivir   mi  crecimiento personal. Mi novedad bonita, mi ilusión de adolescente que no pude ser, y una realidad concretada y evidente.
Yo, miraba al frigorífico. Era todo tan entrañable que casi no me atrevía a abrir dicho aparato y ver su interior y las posibilidades de sus compartimentos.
Fue todo muy hermoso y tímido a un tiempo. Bajé a un establecimiento de inmigrantes de la barriada que está casi siempre abierto, y adquirí una botellita de agua. Pero no una botellita de agua fresca, como mandaría la tórrida estación.
La botella era natural, caliente casi, de otro tiempo y de otra estación, y yo orgulloso pagué su importe y me la subí a casa. Y una vez en la casa miré la botellita anodina varias veces. Como ensimismado y nervioso. Y finalmente, me decidí. Iba a hacer una cosa aparentemente prosaica, pero que resultaba muy intensa para mí. Me disponía a adecuarme yo a mí mismo y a una mejor calidad de salud mi líquido elemento.
Abrí el frígorífico, e introduje la botellita en su interior. ¿Qué pasaría?, ¿lo habría hecho todo bien?, ¿funcionaría la nevera?, ¿sucedería algo que pudiese acabar con mi sueño y deseo realizados? ...
De modo, que cerré la puerta del frigorífico. Aparentemente iba todo bien. El logro estaba hecho. Tenía sed, pero solo de saber que todo estaba perfectamente preparado para que dicha sed quedara en el olvido, me reconfortaba. Lo que parecía imperar era la ansiedad. Estando la botellita dentro de la nevera, había como una serenidad y una confianza añadidas. Una realización mayor y más evidente de los recursos de mi crecer.
Estaba tan satisfecho, que se me había ido todo deseo imperioso de beber. Estaba confiado. Tenía unos recursos y unas posiblidades nuevas. Transitaba por un camino de reconocimiento y de gratitud dentro de mi mundo. De satisfaccción conmigo mismo.
Algunas horas después, entendí que el ritual no podía quedar incompleto. Así, con infinita ternura, tomé la botella y derramé parte de su contenido en un vaso. Pensé en una suerte de bautizo.
Alcé dicho vaso, y lo acerqué a mis labios. Momento mágico y especial. Bebí del agua fresca. Sí. Noté un frescor especial que no correspondía solo a la tecnología, a la física o a los avances contemporáneos.
El frescor del agua que bebí, también era mi frescor y mi saciedad personal.          Bebí    maravillado, porque había pasado una nueva etapa de temor en mi vida. Y todo iba bien. Y ha sido uno de los mejores sorbos de agua fría de mi vida. Y me sentó de cine. Y esta noche he dormido pleno de alegría y satisfacción interiores. Mi yo, sigue avanzando.
-BENDITA ANÉCDOTA-

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