Deja el FC Barcelona el gran David Villa. No parecía ser feliz en Can Barça. El "guaje" siempre ha sido un jugador de minutos y de continuidad. De confianza y perseverancia en una titularidad que no gozaba vestido de azulgrana. El Barça es un mundo especial, de sibaritas, en donde se impone el modelo de la tenencia del balón y del sombrerazo a Su Majestad Leo Messi.
El máximo goleador de toda la historia de la Selección Nacional de fútbol, no parecía tener esa libertad y liderazgo que precisa un kíller de área para ser especial.
Villa hizo herejías en el Zaragoza. Allí, comenzó a sorprender con goles desde todos los ángulos y a modo de loa y magia general. Aquel bajito asturiano, parecía tener un don especial. Decir Villa era decir gol. Y no digamos cuando fichó por el Valencia. Allí, en Mestalla, el guaje hizo los goles que quiso y le dió la gana, se hizo internacional indiscutible, y fue muy grande. Se proyectó hacia la gloria.
El cañonero astur, no necesitaba un guión previo. Pertenece a esa sacra estirpe de pistoleros de área, con espacios, profundidad y toda la dinamita. El "torpedo", suele ser así. Inesperado, participativo, constante y divertido. Ese es el Villa que nos entusiasmó en Zaragoza y Valencia. Un Villa líder y sin prejuicios, capaz de dejar sin argumentario a la estrategia trasera de todos sus rivales.
Villa tiene la facilidad del gol. La enchufa. No hay que preguntarse demasiado ante la andanza de un crack incomparable que agujerea redes. A Villa hay que aceptarlo como es, no pedirle que presione demasiado, y permitirle una laxitud que siempre te acaba saliendo bien. Coge la pelota, toma rabia y olfato, caracolea, y cuando tratas de ponerle alguna pega, entonces el gran Villa estira su pierna y su pie, y toca la red adversaria. El gol tiene lugar. Y entonces Villa es feliz y nunca se sorprende. Sabe de sus recursos y de su capacidad depredadora. Se siente grande sin decir nada. Porque Villa es el gol. Uno de los más grandes goleadores de siempre españoles. Como un "Quini" de nuestros días.
El Atlético de Madrid no es el Barça. Por eso me alegro que cuando el jugador asturiano ya no puede cumplir ha tiempo los treinta años, aterrice en el Vicente Calderón y salga del apremio siempre inevitable que supone jugar en un equipo de fábula. Ahora Villa tiene nuevos proyectos y menos exigencias. Y además, si toma continuidad, podría Vicente del Bosque llevarlo a Brazil el próximo año. El sucesor mediático y real del colombiano Radamel Falcao, es español y de Asturias. Será entretenido y nuevamente excitante verlo en Madrid con la camiseta del segundo equipo de la Villa y Corte.
En última instancia es un gran premio para el valiente y contumaz "pichichi". El crack se sube a un barco nuevo y de ilusión, de minutos, y de añejo sabor competitivo a fútbol. Villa podrá ser titular todo lo que quiera, y se divertirá como un chaval. Será el rey de su equipo casi sin querer, y todo el mundo colchonero esperará ilusionado su chispa innegable del gol.
Porque a jugadores como Villa no te los esperas jamás. Están siempre vivos y nunca te aburren. Llaman la atención de todos los ganadores y de los amantes de las emociones clímax. Seguro que David Villa meterá muchos goles más y apenas se acordará de Barcelona, porque su presente y futuro se llaman gol y huyen de la sombra oscura del banquillo y del tedio.
Villa será feliz y necesario, útil y oportuno, saludará su mágico periplo veterano con salud goleadora y nuevos estímulos como el soñado Maracaná de revancha final al fondo. Creo que es un acierto del equipo que ahora preside Enrique Cerezo. Si en Barcelona querían métodos, en el Calderón esperan la traca imponente del gol. La dinamita final de las botas del guaje.
-SEGURO QUE NO DEFRAUDA-
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