martes, 30 de julio de 2013

- FRANCINE Y SU MUNDO -



Parisina y ambiciosa, delgada, chica eterna, piel rojiza, y aparente eterna adolescencia. Pasado extraño que contrasta con una alegría de relleno que le sirve para creerse e impostarse un real personaje de carne y de hueso.
Francine habla rápido y directo, vive en España, y dice amar a un pobre diablo latino que quiere verse como líder de un grupo evangelista. Ese amor tan enfant y a la vez tan de vértigo terrible, lleva a la mujer a introducirse plenamente en el entorno religioso y siempre distante. Selecta, infantil y hasta refinada. Contradictoria, triste y real.
Francine, existe. Es, y está. Être. Lo que no sabe es dónde y cómo. Sino que su vida es una dejadez que la impulsa hacia un aparente delante que chirría.
La parisina Francine es astuta, y tiene mucho miedo. Dibuja socialmente un quehacer intenso y sin tiempo. Trata de vivir y muy deprisa y a la tecnología, cuando en realidad no logra moverse de su caverna extremadamente defensiva y extraviada.
Francine no quiere ser Francine. Tiene pánico a ser Francine. Por eso detesta volver con los suyos, escuchar sus acentos de la liberté, caminar por sus Champes Elysées o nocturnear románticamente por la mítica Eiffel.
Y eso no es correcto ni aceptable. Me gustaría que Francine volara como las alouettes y besara de nuevo sus raíces para deshacer el nudo del conflicto que no la deja avanzar hacia sí misma camino de su verdad auténtica.
Es una apuesta sana y con tremendo riesgo para sus escasos y hasta precoces treinta y cinco años. Es un sueño. Abrazar a sus padres, reconciliarse con sus hermanos, pasear por sus calles de toda la vida, o romper un disfraz que podría serle más útil que su dinero   o   su  impostura.
Piel de pasado. Herida sin cicatrizar. Búsqueda de un padre que nunca tuvo, de un patrón cercano, de una teta que no succionó con el necesario amor, y descanso casi zombie en medio de una cuna salvífica y trascendente.
La religión, los Cielos, el pecado, el paraíso, las reticencias y el orgullo. Altanería, altar, ara, ahora y nunca pasado mañana. Iphone y alta costura, modernidad condicionada por el no rechazo inmediato, y apartamiento de toda su plena realidad y posibilidades. Francine.
El futuro siempre es una etapa de Tour inesperada y hasta rompepiernas. Y da mucho yuyu dicho futuro cuando no se es sólido. Francine no es sólida. Francine es darwinista y de supervivencia, que hace como que la creación de su Dios se le ha aparecido en forma de barbas de redención. Suele pasarle a aquel que no sabe muy bien qué hacer con su vida.
Cuida ancianas, repara muebles, nada bien tapada como las mejores nadadoras, y siempre se le escapa ese nivel alto tan mal educado que se torna insolente y hasta insoportable. No sabe saber, quiere creer que ama, sale de la vagancia mostrándose casi suicida y arriesgada, y cuida con su perfume bien elaborado una fragancia que la aparte del dolor. Francine prefiere no seguir creciendo. No crecer más. Porque si lo hace, le entran unos dolores de huesos que no soporta.
¡À BIENTÔT!

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