Hoy estoy alegre. Os cuento. Veréis. Toda mi vida he practicado deporte. Sí. A nivel popular, pero muchísimo deporte. Demasiado deporte. Ya sabéis el tema de mi rodilla delicada a consecuecia de haber forzado demasiado la máquina. Burradas y más burradas de gran fondo. Bien poco descanso.
Aprovechando que hacía una tarde veraniega en mi Valencia de mi corazón, allá que me he puesto una visera y una ropa deportiva, y como el cauce seco de mi río Turia es un enorme y kilométrico espacio que propicia el ejercicio físico, allá que he bajado.
La necesidad en mi cabeza, era clara. Mi mente me hablaba de caminar duro, de endorfinas, de deporte de intensidad, de notar la competición conmigo mismo, y la caricia del sol y del aire libre sobre mi cuerpo. No me agradan los gimnasios ni los lugares cerrados. Mi mente, se imponía a mi realidad física. Me decía que, a salir ahí, y a soltar tensiones y preocupaciones. ¡Coño! ...
Pero, he dicho que hasta aquí hemos llegado. Al llegar al primer kilómetro, he probado a cambiar el ritmo, pero mi rodilla no tenía el suficiente arco de flexión. Me dolía, y mis movimientos no eran libres ni naturales. De repente, me ha pasado una chica, y me he dicho que era el momento de probarme y de soltarme. En vano. La rodilla, me decía que no. La ambición de la eterna juventud, me estaba haciendo una mala pasada.
Ésa, ha sido hoy mi acertada coherencia. Cinco o diez minutos más adelante, he dado la vuelta. No. Hoy por hoy mi rodilla no desea deporte de intensidad ni gaitas. Lo que desea y precisa, es flexión en la bici estática que en casa tengo. Fortalecimiento y paciencia.
Al principio no ha sido nada fácil. He estado a punto de llorar de impotencia. Evocaba aquellas marchas de decenas de rutilantes y poderosos kilómetros, y la sensación de mi cuerpo feliz ejercitándose y sudando en libertad. Gran mentira mental.
La verdad es, que ahora me quiero más que antes. Al llegar a casa he hecho un poco de bici estática, me he puesto hielo, y luego me he protegido la articulación con una buena rodillera. He hecho exactamente lo que me dijo el cirujano que me operó, y al que he desobedecido unos meses, descuidando mi salud personal. Mea culpa.
Yo sé que voy a lograr substituír el deporte por un ejercicio saludable y adecuado para mí. Voy a seguir creciendo. Solo si la rodilla se pone potente y se abre su arco de flexo, bajaré al río a hacer deporte. Pero, ahora, en el presente de indicativo, voy a cuidarme como manda mi sensatez. No se acaba el mundo porque no pueda practicar deporte. Lo que me ha pasado en los tiempos de otrora, ya no es materia de evocada convulsión. Ahora, mi paso es el sano. El que lleva a mis cuidados sanitarios de mi rodilla. Todo lo demás, es mentira.
Será un camino largo de coherencia y autoconvicción. Soy consciente. Nos sucede a aquell@s que entendemos la habitualidad de la práctica deportiva, como algo grato y placentero. Pero, asumo el reto y la responsabilidad. Ahora toca cuidar mi salud. Y mi salud ahora no se llama deporte. Mi salud es un paso tranquilo y sincero. Como el que voy a dar. Caminaré a ritmo moderado y tranquilo, y sin cambios de ritmo y aceleraciones aunque sé que puedo. Pero también puedo utilizar la cabeza fría, y pensar bien. Quiero conservar mi pierna toda mi vida. Y lo voy a conseguir. ¡Ya lo veréis!
-POR SI A ALGUIEN EN MI SITUACIÓN TAMBIÉN LE AYUDA-
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