jueves, 7 de junio de 2012

- MONTAÑA AÑORADA -



Senderos de mi inexperiencia, solanas, piedras y ríos. Domingos de aventura y pasión. Senderismo y extraña nostalgia. Mil sitios en la Valencia montañosa para gozar, evocar y soñar. Mil recuerdos, mil chicas, mil amigos y mil imposibles.
Coches, que partían los domingos hacia las zonas serranos buscando amables sorpresas.  Excursiones de vida, tomillo, desnivel, aprendizaje, fortaleza y amor. Almuerzos, risas, canciones y tiempos del atrás. Aquel José Vicente que subía y bajaba las montañas ...
Estoy seguro de que los sitios montañeros que mis chirucas pisaron,      me     recuerdan.  Absolutamente seguro. Mientras ésto escribo, estoy imaginándome ahí sobre las montañas y sus senderos. Ando en grupos coloristas y con gorras y viseras, me imagino   en   plena  naturaleza dando rienda suelta a toda mi libertad, y pudiendo ser a ratos pero que muy feliz.
El pico Puig Campana, el Montgó, el Calderón y su Puebla de San Miguel, San Joan de Penyagolosa, el Aitana, el Montcabrer, el Montdúver, y tantos y tantos retos personales de un pasado mío.
Ahora que el verano machaca de sudor los esfuerzos, recuerdo las excursiones por los ríos, el bañador, las balsas para el ráfting, los peligros buscados, y las adrenalinas locas y sueltas. Aquella inmadurez llena de crecer, que llenó mis escritos de poemas y prosa, de experiencias siempre inolvidables, y del conocimiento progresivo de mis límites. ¡Cuánta vida pasé en las montañas! La de cosas que atisbé a aprender, y los errores persistentes que cometí. Me siento afortunado por haber comprendido las consecuencias en la vida que la montaña   me propuso. Ahora, y desde la distancia, toda mi perspectiva se vuelve más libre y clarividente.
Paradójicamente, ahora que ya no volveré a aquellos parajes de postal y vitalidad, me doy cuenta de que estoy actual y realmente ascendiendo a las cumbres de mi vida. Sí. Ahora sí estoy pisando fuertemente los terrenos que me llevan y llevarán al ascenso personal. Es la gran positiva y enseñante conclusión de aquella experiencia hoy añorada.
Ascender, brotar, ser natural, rehacerse, seguir creciendo, y hasta floreciendo en un brillo auténtico y cotidiano, darme más cuenta de lo que sucede y me sucede, y disfrutando mucho más con las pequeñas cosas que con aquellas fantasiosas e irreales idealizaciones que viví.
Ésa es mi montaña actual. Siempre amaré esa montaña real que me inoculó y enseñó tantas cosas aparentemente imperceptibles o sutiles. Sí. La montaña fue una maravillosa etapa personal. Me exigía la responsabilidad y lo básico para ser aceptado, y me demandaba el esfuerzo de mi autenticidad y de mi naturalidad.
Todavía puedo escuchar naturalmente a mi amiga la montaña. Está más presente que nunca. Me chiva, y me hace confidencias de muchas cosas. Me comenta   que    ahora   toca    ser  montañero de la ciudad y de la cotidianeidad, prepararme más como persona, elegir   con personalidad  a las personas que enriquecerán mi estar, que no juegue a ser dependiente de nada ni de nadie, que apueste por quienes verdaderamente sé que me aprecian en el día a día, y que me deje de gente que no es capaz de aportarme nada.
Y sobre todo, que nunca mire hacia atrás con ira o justicierismo. Que sea yo, y que el que me quiera estará ahí, y que mi chica solo será la proyección de mi amor sincero y real, y que, sobre todo, nunca añore a nada de mí mismo que no valga la pena.
-MONTAÑA MAESTRA, ¡MIL GRACIAS! -

0 comentarios:

Publicar un comentario