Si el tiempo no lo impide, este próximo lunes voy a cantar por vez primera en mi vida, acompañado de un grupo de entusiastas voces, en el medio de un coro amigo y amateur.
Han sido mis primeros meses de ensayos, de corcheas o semifusas. De partituras, tiempos, melodías y mucho esfuerzo deseado. Ahora toca el momento de recoger los frutos entusiastas de mi primer año de mi vida como modesto componente de un coro ahora humilde.
Qué metáfora. Una voz unida por alguna decena de voces más, un sonido a tres cuerdas que constituye un solo son final. Tres tipos de voces, unidas por una causa expresiva y humana. Este próximo lunes, en el modesto bajo en donde ensayamos, algunas amigas y amigos se animarán a venir y a oír nuestro entusiasmo, afecto y tesón.
En este mi primer año, recojo mil experiencias en torno a las exigencias y constancia que propone esta forma de canto. Pero yo prefiero destacar ahora especialmente, la idea de grupo. Lo más bonito que me ha pasado este ejercicio en el coro, ha sido precisamente ese afán de cópula de voces en una, compartido durante todos y cada uno de los ensayos.
Sí. Cantar con otros. Con los demás. Conmigo y contigo. Midiendo y acompasando, pero nunca compitiendo entre nosotros sino todo lo contrario. Ésa, es la idea de coro y de coro. Ninguna voz ha de destacar especialmente sobre las demás, aunque haya voces mucho mejores que otras. Es una gran voz social y unificada, en la que cada uno debe ser obediente y no ir a la suya, porque rompe la armonía a la idea inicial de lo que se desea conseguir.
Ha sido y es realmente, una grata experiencia. Avanzar a coro, equivocándome y acertando al unísono, y manteniendo tu cuerda pero teniendo siempre presente que las otras voces no solo están ahí y existen, sino que además son siempre vitales y necesarias para que el parto de una canción sea bello y adecuado.
He aprendido mucho durante todo este tiempo. Y, aprender, siempre vale la pena. A veces he salido preocupado de los ensayos, al darme cuenta de que no estaba a la altura, y además, en corales las voces masculinas suelen ser escasas. Y me ganaba la desazón y la idea de que se me iba un tren social que la vida me proponía.
Por lo tanto, apreté los dientes, e hice codos en los tiempos escasos que el cuidado de mi madre comporta. Y, poco a poco, recuperé posiciones, eduqué mi voz, y fue saliendo del interior de mi corazón hasta alcanzar la sonrisa de la directora un tanto preocupada.
Sí. Ya salió mi voz en los ensayos. Y, sin forzar. Sin alardes, paulatinamente, y sin la brusquedad del novato. Es la mejor noticia. De entre todas las voces corales, emergió la mía y el grupo se fue fortaleciendo. Y sé que a algunas compañeras del coro les ha pasado igual que a mí. Su sola voz se ha hecho coro, y todos hemos acabado ayudándonos los un@s a los otr@s.
Ahora es la actuación. Mi primera actuación en petit comité. Entre amigos animosos y mucha ilusión. Y si bien hay nervios porque el día de la actuación salgan las cosas lo mejor posible, en realidad no es eso lo que más satisfacción me produce. No.
Mi satisfacción, es y ha sido todo este tiempo de ensayos y progresos de luces y sombras, de dudas y retos, de expresividades y contenciones, de canto compartido escuchado y aceptado, y de intercambio de sinceridades musicales sentados en unas modestas sillas en las que además de frío y calor, hemos sentido integración y recíproca aceptación.
-Y ESA ES LA AUTÉNTICA ALEGRÍA-
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