lunes, 18 de junio de 2012

- EL GRITO DE LA REINA DE LA CASA -



Once de la noche. Mi madre no se conforma con el ostracismo del dormir. Lleva demasiado tiempo viendo la misma cadena de televisión que mi hermano. De modo, que ella apuesta ahora aparentemente por el sueño, para despreciar su aburrimiento endémico.
Me acerco a su cama después de que mi hermano la acueste, y en ese momento trato de calmarla. Todavía le queda un tiempo de espera para volver a bajar de la cama para orinar nuevamente, y es buen momento para hacerla un exorcismo de sus interiores demonios, temores, sentimientos y manías.
Ya me tiene a mí. Y en cuanto me ve, comienzan sus ataques e improperios velados y menos disimulados, los cuales tienen el único objetivo de sacarme de quicio y encenderme la sangre. Y, precisamente, la encocorota el saber que por mucho que lo intente, cada día que pasa estoy más curtido y preparado para soportar cual coraza sus arreones    de     ira    y    de   frustración. Mi obligación ...
Como me conoce bien y es más lista que el hambre, sabe de mis puntos flacos, y trata como púgil inteligente de decirme que ella es allí la reina única del poder de la casa,  y    que  los  servicios solidarios y amatorios que yo la otorgo y ofrezco, son menoridades para no valorar.
Tiene varias tácticas para imponerse y para tratarme sin mayores miramientos. Una de ellas es hacerse la dormida para no tener que soltar aquello que lleva acumulado bien adentro de todo el día, y que si me lo cuenta siente que se queda sin intimidad ni poder. Mi intención solo es acompañarla en su libertad para que me cuente sus preocupaciones, su verdad, su frustración, y para recordarle que el día también la ha procurado a ella y a nosotros sus hijos, cosas realmente gratas.
- "¿Gratas?, ¿qué es eso de gratas, che? Nada. Yo no he visto nada bueno. ¡Mentira! ...
- "Eres tan negativamente exagerada, mamá ..."
- "¡¡ Oye, que me estoy orinando!! ¡Levántate, va!", dice gritándole a mi hermano, el cual trata infructuosamente de ver la televisión ...
Sí. Su truco de mandona ad eternum, genera un inesperado desconcierto. La excusa del orinarse, le permite a mi madre marcar los tiempos y las situaciones, en la cual   la    parte aparentemente vulnerable, es ella. No está tan claro y hay matices.
¿Mi madre, vulnerable? "Eso quisiéramos nosotros", debe pensar. De vulnerable y vieja, nada de nada. Son las once y media de la noche. Siento y presiento, que mi madre aún durará mucho. Su fuerza y energía cuando sus jóvenes ya ponen cara de cansados,    tiende   a  impresionar. Está buscando guerra. Ya no sabe qué hacer para enfrentar contínuamente a sus hijos. Es para ella intolerable que otros tomen su relevo. Un verdadero secuestro personal y actuativo. Al menos, ella lo vive así. Cosas de mayores ...
Cuando ya se le pasa todo, casi que le damos hasta las gracias. Es demasiado tarde para los grandes alardes. Los dos máximos aspirantes a su trono del grito y del cetro, se habrán llevado un tanto el gato al agua, pero ahora andamos molidos. Esta mujer tiene la fuerza de un jabalí.
- ¿NO ES PARA ALEGRARSE? -

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