En medio de la noche del más profundo silencio, cuenta la leyenda que no todo es tan calmo, sano y deseable. Que, a veces, hay más.
Se dice y rumorea, que en ocasiones, el más contundente silencio de la oscura noche se ve violado por un suceso que muy poca gente puede notar y percibir.
Porque, según se cuenta en leyenda, cuando el manto del descanso abraza a la gran masa que duerme y recupera su vitalidad en medio de un sueño profundo y reparador, dicen que la noche no está sola de paz, y que se estremece muerta de desagrado.
Y, que impotente, la calma noche no puede tapar la extraña evidencia de un grito fortísimo y hasta nauseabundo. Sencillamente, pavoroso. Cuentan que es un grito desaforado y espantoso, el cual hace estremecerse a todos los elegidos que tienen el alma sensible.
Afirman que no se trata de un grito de otros mundos o de posesiones de deidades diabólicas. No. Dicen, que el grito es de aquí. Nuestro. De la gente que siente dolor.
La noche oscura, que es buena, no tiene la culpa de lo que dicen que sucede y que logra aterrorizar a quien no espera el sonido terrorífico, aunque quizás deducible.
El grito de horror, es sabio y hasta orgulloso. No se parece a ningún grito endemoniado sito en la imaginación de un demente, o de un dibujo animado maléfico para mayores. No es un grito caprichoso o fruto del azar. Aunque pueda parecer y sea espeluznante, en el fondo se afirma que no es otra cosa que un grito defensivo y de justicia.
Cuenta y sigue contando la leyenda, que el grito nocturno parte de la rebeldía de todo aquel ser humano al que le pisotean la dignidad y el cuerpo, y que no sabe hacer otra cosa que protestar de dolor.
¡Ahhhhhh! ... Sí. Es un grito de seres heridos e irreductibles, de derrotados aparentes que no toleran su naufragio, de locos que desean romper las cadenas y barrotes de un psiquiátrico y sin éxito, de pobres que quieren salir de la miseria, de toxicómanos que echan pestes de su exclusión social, y de justicieros que no tragan con las normas del juego establecido y que vomitan verde sobre la noche, el fuego rebelde de su verdad.
Grito de mudos, bajeza de altos, robo de honrados, malversación de benefactores, calavera de gordos, mujeres como hombres, y abuelas que vuelven una y otra vez infructuosamente a los veintiocho años.
Nos aseguran, que se trata del grito larvado y sensible del gran fracaso social. Dicen que gritan los jóvenes sin futuro, los maduros timados, y los viejos aparcados como paquetes en medio de la indiferencia y del sueño narcotizado de la masa mayoritaria.
Quienes han oído dicho grito lastimero y brutal, dicen que es un alarido previsible. Como una revolución lógica en la noche de la gran represión, como un ataúd draculiano que se abre para dar salida a bebés que nacen a la vida con toda la pujanza o con el brote de un manantial, o como un volcán en erupción que necesita de su semen de lava para ganar la identidad y el poderío de su inmensidad temible. Ese grito que apenas la gente oye, y que solo se toma como leyenda esotérica, quizás sea un grito necesario y hasta real.
-UN GRITO DE OXÍGENO CAPADO-
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