domingo, 4 de marzo de 2012

- EL GUÍA DE TORRECHIVA -



Traigo para hoy, de entre el recuerdo de mis mil aventuras senderistas en las que anduve, una experiencia límite e intensa, la cual paso a referiros a continuación.
Se trataba de caminar durante prácticamente todas las horas de luz del día, por las tierras colindantes entre Valencia y Aragón, y concretamente realizando travesías a pie y sobre zonas no señalizadas, por los pueblos y territorios de Valdelinares, Torrechiva   y     pueblos  aledaños y hermosísimos. Aventura golosa y vital.
La jornada, no comenzó nada bien para mí. Se ve que me enfrié la noche anterior a la partida, y me empecé a econtrar raro en las rampas de subida y a las primeras de cambio. Era extraño, porque precisamente en los desniveles ascendentes, era donde yo    solía   siempre defenderme mejor.
A la cuarta hora, le comenté a un compañero de la aventura, si no era mejor que yo parara, dado que me veía sin fuerzas. Él, me miró un tanto sorprendido, pero me dijo que aguantara a ver.
Yo, parecía un zombie derrotado. Recuerdo que pasamos por una dehesa en la había toros, y estaba tan cansado y a lo mío, que ni siquiera me percaté del tremendo peligro que suponía pasar por allí. Para mí, que los toros debieran verme tan mal, que decidieron no acercarse por piedad ...
Alguna hora después, una chica senderista me dió un ibuprofeno, lo acepté, y me lo tomé. Estaba muerto. Y comencé a sudar, y resultó que pasamos cerca de un río lleno de agua natural, y bebí de él grandes cantidades de dicha agua. Asombrosamente, comenzaba yo  a recuperarme.
El guía de la aventura, era un tipo raro. Hablaba sin decir nada, iba a la suya, y llevaba   una desorientación de caballo. La suerte que tuvo, fue que todos y todas las senderistas de aquella expedición, éramos de gran nivel.
La noche se nos echó encima, y el guía o lo que fuera aquéllo, era incapaz de reconocer sus errores y de ser sincero, y así es que no nos decía que se había extraviado. La    gente,   destrozada, caminaba casi por inercia con un enorme cansancio, y mil dudas. Agotados.
Con la noche sobre nuestras cabezas, no sé qué demonios me pasó, pero se me puso una idea en mi pensar. Mis compañeras y compañeros, me necesitaban. Y, casi de repente, se me pasaron todos los males. Como, si lo del constipado fortísimo, se hubiera esfumado por arte de magia. Increíble. El primer sorprendido, era yo ...
Me puse delante en el grupo, y mis compañeros cansados, agradecieron bien mi ayuda   y  prestancia. Les ayudé. Y les dije, que el guía no tenía ni idea de por dónde iba, y que lo mejor era tener paciencia con él, para ver por dónde salía finalmente.
Afortunadamente, y dieciséis horas después de la salida, el guía cedió. Llamamos a unos amigos que tenían su casa por aquella zona, y en donde habíamos pasado la noche anterior, y suertudamente la cobertura de los móviles nos fue favorable. Vinieron por nosotros y nos hallaron.
Algunos amigos y yo, aprovechamos para tumbarnos en el suelo tras cenar apresuradamente, e hice el primer vivac de mi vida. Fue precioso. Al día siguiente, me levanté pletórico   de energía. Pero ya no hubo más excursión. Estaban casi todos reventados de la fatiga.
A la hora de la comida y de la paella, llegó el guía inútil, y se puso a mi lado con la intención de provocarme y de hacerme saltar los nervios, con sus puyas absurdas y de mala conciencia. Pero yo, pasé olímpicamente de él.
-Y YO PUDE SER MI ÚNICO GUÍA-

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