Ni se te ocurra pensarlo, Margarita. No hay nostalgia en mí de tí. En absoluto. Ya no me importa nada el que ya no estés más en mi vida.
Solo pasa que es otoño. Y las tardes se vuelven traicioneras y ausentes. Perezosas. Sí, Margarita. Que quede bien claro. a quien echo de menos es a mí. A ese yo que a veces está cansado y al que le da por extenuarse y dormirse.
Recuerdo tu voz grave y casi aguardentosa. Recuerdo tu carácter extraño y el tiempo de ayer. Cuando lo nuestro no funcionó nunca. Cuando no hubo más que la anécdota y la vicisitud puntual.
Nunca supe del todo quién eras tú. Siempre tuve todas las dudas. Últimamente, ni siquiera sabías escucharme. Porque yo no era quien tú habías imaginado y hasta rematado. Te limitabas a llamarme egoístamente por teléfono a la hora que te daba la gana, y te ponías a hacer como que escuchabas mi peripecia vital y cotidiana.
Me llamabas porque te aburrías y porque eras curiosa y hasta cotilla. Nunca pude saber por qué habías cambiado. Ahora, ni siquiera me interesa tu samaritanismo ramplón y quedabién.
Yo, crecía. Pero tú no estabas a la altura. No me reprochabas aparentemente nada, pero de repente colgabas con una falta de educación evidente. Y volvías a llamar por teléfono cuando se te antojaba, y yo no me atrevía a soltarte que por qué te dedicabas a jugar conmigo.
Sí, Margarita. A tí te pasó que nunca llegaste a creer en mí. Te cagaste encima. Tu apuesta fue falsa y en absoluto convincente. Llegó un momento en tu vida que ya no sabías qué hacer con nuestra relación. Y no tuviste ovarios para dejarlo. Jamás imaginé que fueses tan poco franca.
¿Qué te pasó si no creías en mí?, ¿por qué impostaste?, ¿a qué se debió tu indefinición?, ¿qué querías que hiciera si no comprendías ni aceptabas que yo crecía a mi ritmo, diantre? ...
No. Tenía que ser todo a la tuya. La relación sería sin mi libertad, sin mi opinión, obligado a tí, siguiendo tu egoísta camino a veces hasta amenazador ...
Nunca olvidaré cuando cogías el teléfono y me colgabas. Tus pocos escrúpulos. Tu mala educación. Yo nunca cuelgo a nadie, sino que trato de hacerles ver mis cosas. Jamás empujo ni trato de condicionar. Tú sí, Margarita ...
A veces volvías a llamar, y yo me hacía el bobo. Te lo perdonaba todo, y tú aprovechabas la contingencia para sacar juicios sobre mí que no eran más que tus ensoñaciones y hasta tus frustraciones. ¿Eras enriquecedora para mi nueva vida que empezaba?
No. Esa era y es la respuesta. Y si alguna vez vuelves a llamarme por teléfono, no lo descolgaré. Ni siquiera me tomaré la molestia. Porque contigo es tensarse y perder el tiempo. Ya no nos queda nada bueno que decirnos.
Y, lo tengo claro. Lo de hoy es una tarde de flaqueza otoñal. Una anécdota que no tiene importancia. Hace meses que te estoy borrando ya de mi recuerdo, y no pienso darte las gracias por haberte conocido.
Acabaste siendo una roca en mi camino, y nunca vi en tí palabras de ánimo o besos afectuosos. Fuiste piedra y frialdad, mentira y desencuentro, inconcreción y falsedad, y exactamente todo lo contrario a lo que aspiro. Me alegro de que ya no estés.
-Y DE QUE YO ESTÉ MÁS-
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