jueves, 24 de octubre de 2013

- ENTRE FLORES Y ALEGRÍA, MANOLO ESCOBAR -



Se ha ido el último número uno del flamenco y la copla de España. El más popular. El más carismático. El almeriense Manolo Escobar.
La fuerza de su nombre. ¿Quién no ha oído hablar en España alguna vez de Manolo Escobar? Inolvidable la fuerza de su carisma. Llegaba a la gente como ninguno.
Aquellas patillas largas con sus hermanos palmeándole en la televisión española de blanco y negro y el UHF. Los años sesenta y setenta. Alegría. Esa es la palabra positiva que Manolo siempre trató de transmitir.
El "carro" de Manolo Escobar fue su capacidad de conectar con la gente de su generación. Conservador, acrítico, y dispuesto a aprovechar el tiempo. Tremendamente vitalista, y a la vez formal. Sin tener una voz especialmente magna, fue capaz de levantar del pesimismo a unas gentes que necesitaban la alegría del cante y del baile. Porque ser mayor o empezar a jubilarse en el franquismo,no era lo mejor.
Muchos veteranos siguieron su estela. Y, mujeres. Dejaron todos sus estatismos del ocio convencional, y se tiraron la sana manta al cuello. Se acabó el negro en las fajas de los pueblos y en los atuendos de las ciudades. Porque España siempre había sido diversión y fiesta. Y esta idea la tomó Escobar, y la lanzó a los cuatro vientos.
Todo el mundo podía ser buenista y hasta bueno, estaban las playas y los viajes, y los tiempos de música, y nuevamente la alegría. Cantar no era solo purismo de academia sino una fiesta para reírse con las amigas y los amigos, bailar, conocer gente y ser felices.
Manolo es el último cañí y mohicano de la canción española. Y sociológicamente marcó un rumbo nuevo a través de sus más que populares canciones. "Y viva España", "El porompompero", o "Mi carro", entre mil éxitos discográficos que le llevaron al absoluto estrellato. No podía haber en este país una fiesta magna o un festival, sin la figura del hombre de la sonrisa simpática. Sin Manolo Escobar.
Benidorm. Marbella. La Costa del Sol. Los viejos dejaron sus quejas, tomaron el autobús, y se pusieron en primera línea de playa para hacerse morenos. El viejo podía ser ya mucho más que un elefante camino de las sendas de la nada.
Las personas mayores dejaron a las plañideras y a las nostalgias, y con respeto pensaron que el muerto al hoyo y el vivo al bollo. ¡Vivir! Esa era la palabra que Escobar nos lanzaba desde sus horterillas pero alegronas canciones. No quedarse ahí en el pueblo lamentándose. Avanzar hacia los Hogares del Jubilado, y nunca estarse demasiado quieto al llegar a determinadas edades. Como María Jesús y su acordeón, o como tantos artistas conservadores que no se atrevieron a dejarse el pelo largo todavía y lanzarse sobre la música ligera a la nueva realidad.
Pero nunca iba a faltar la sal y la alegría. Y, el atreverse, dentro de un machismo aparentemente inofensivo, a vivir lo que mejor se pudiese. La piel de la playa con arrugas, a gorra, el bañador, y aprovechar el tiempo. Mirar y seguir.
La vida aún era muy larga tras los cincuenta años. Manolo Escobar apuntó en esa dirección,y todo su encanto le acompañó. Trató de no ir de divo, y se casó con una sueca, y tuvo a su adorada Vanessa, y siguió siendo un profesional incansable y un bregador existencial. Supo sobrevivir con una sonrisa, y aceptó bien su tiempo.
Le recordamos como un hombre bueno y un líder indiscutible en lo suyo. El ejemplo de que su "Y viva España" fue el disco más vendido en diecinueve años seguidos, lo dice todo. Nos llegó, nos conquistó, nos vivió, y comenzó a vivirse.
-SU ALEGRE RECUERDO-

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