martes, 15 de octubre de 2013

- LIBRO FÚNEBRE -



La recientemente fallecida piloto de carreras, María de Villota, iba a presentar su primer libro de memorias tras su accidente en el aeródromo de Duxford mientras entrenaba. Las secuelas de su tremendo accidente, la han dejado sin vida y sin poder firmar autógrafos a sus admiradores y curiosos. Un libro animoso, se ha revestido de morbo y drama. Lo escribió una mujer que ya no vive ni está.
María de Villota, la primera mujer española de la Fórmula 1 y su mundo machista y elitista. Hija del pionero Emilio de Villota, que fue el primer español en pilotar bólidos en los intratables Grandes Premios, ahora cosa de Bernie Eccleston.
Recuerdo que Emilio de Villota siempre acababa en las últimas posiciones, o se le estropeaba su coche, y hubo en la Transición política española hasta humorismo basado en sus menoridades. Al contrario de los grandes ases de las motos, nuestro piloto parecía muy malo y no tenía nunca opciones. Pero fue el primer español. Éso, tenía mucho más mérito de lo que imaginábamos.
Su hija María, María de Villota, es la chica que le sucedió. Una mujer en tiempos del gran Fernando Alonso,-todo un campeón mundial-, pugnando entre los chicos por un lugar entre todos ellos. Dicen que era muy brava y ambiciosa. Que son cualidades esenciales para este negocio de los grandes cochazos competitivos y de lujo. Mujer con casta se afirmó.
Aquel accidente en el aeródromo de Duxford mientras entrenaba, comenzó a marcar negativamente su vida de felicidad.
Tenía dinero, dado que no todas las personas pueden llegar a estas cumbres sin padrinos, y logró moverse y alcanzar los lugares en donde te puedes subir a los coches y lograr muchísimos sueños. Mas quiso el fatídico destino que su accidente de Inglaterra siendo tan joven, le rompiera gran parte de su felicidad. Perdió un ojo y tuvo muchas secuelas, las cuales no se apreciaban apenas. Otro éxito.
Porque María era rubia y guapa a rabiar, chica bien, y sus ojos,-su ojo-, tenía una irresistible y magnética mirada que coronaban unos rojos labios en flor.
El parche en una estrella lesa. Es lo que mareó e impulsó el foco de las cámaras. Tras algunos meses debatiéndose entre la vida y la muerte, emergió una María de Villota bellísima, espectacular, radiante y sexy. Nadie o pocos, podían imaginar que sobre su hermosura y su mágica y fulgurante sonrisa de autoánimos y de superación, se hallaba escondida una potente guadaña de absoluta censura vital.
Ahora hemos sabido que María sufría dolores y muchos cansancios y problemas. El accidente brutal la pasaba factura, mientras su imagen en la tele era la de un curioso ángel o Ave Fénix que sobrevivía entre alegría, coraje, brillantez, femineidad y mil atractivos.
Hablaba entre segura e irónica, explotaba su tiempo de amor y de belleza, y aspiraba tras su parche a seguir logrando éxitos. Aunque fuese ya en el terreno de la vida cotidiana y no en el deporte vedado y lastimero.
A la chica bellísima del parche, la encontraron el otro día sin vida en un hotel. La muerte, la noqueó. Joven, más que joven, y sus días truncados para siempre. Los éxitos daban paso al mito. La chica del ojo tapado y de la rubia belleza nos decía adiós. Alea jacta est.
Queda, su libro. En el cual habla de cómo rehacerse y cómo tratar de tomarse las cosas con tranquilidad, lo cual es una excelente filosofía de acción vital. Fue positiva mientras pudo, y logró esquivar en público su dolor transformándolo en frescura, decisión y más belleza.
La preciosa chica del parche en el ojo María de Villota, nos ha dejado. Y con un libro de su vida y de su coraje. A pesar de su tremenda juventud, se ha ido con un libro que ahora se nos antoja fúnebre e inoportuno.
-COMO TODA MUERTE-

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