sábado, 19 de octubre de 2013

- EMOCIONES ENTRE LOS ARMARIOS -



En mi necesaria renovación para el crecer y pasar páginas imprescindibles para mi vida y mi futuro, ando paulatinamente desde mi casa de hoy y que será de siempre, vaciando los armarios de cosas ya inservibles y obstacularizadoras.
Además del esfuerzo físico que supone bajar lo que ya no es necesario que esté en dirección a los grandes sacos de basura, hay otro esfuerzo emocional inevitable y doloroso. Tan doloroso como necesario. Y extremadamente excitante y potente.
Ahí adentro de los armarios, hay mil recuerdos y de varias personas de mi familia. Me encuentro absolutamente todas las sorpresas. Sí. Son tantas emociones que a veces necesito parar.
El desorden lo marcó el tiempo. Hay bolsas y cajas que contienen mil documentos y hasta mil intimidades. Puedo encontrar fotos de mi madre joven, y hasta el cuadro que se hicieron mis padres al casarse. De todo hay por ahí. Entraña y diversidad.
Anillos de bisutería, olor a otro tiempo, juegos de mesa que todavían siguen vigentes, pequeñas antenas o aparatos de radio de antes, y mil millones de recuerdos muy vivos.
Hay documentos de mi abuelo, de mi padre, mil fotos de la familia y del patrimonio fotográfico de todos nosotros, facturas y adquisiciones que ya no sirven para nada, y mil cosas del pasado que cada vez que abro dichos armarios casi me retienen en una ternura inevitable y embriagadora.
Conservo los documentos esenciales, los que tienen que ver con mi familia y conmigo, y desecho todo lo menor. Lo que pasa es que no son fáciles las elecciones. Como no lo es el dejar el atrás, apretar los dientes y seguir hacia adelante. Pero, hay que hacerlo. Siempre hay que hacerlo, porque el pasado ya murió.
Espacios. Ganar espacios. Espacios para mí. Hacer añicos y trizas lo que ya nunca valdrá, y tener valor para sujetar las intensas emociones que me aparecen. Porque cada documento, cada situación, cada foto o cada olor, es una apasionante historia y hasta un genial descubrimiento. Servible o no.
Ahí adentro de los armarios está buena parte de la historia mía y de mi familia. Y no se trata de tirar todos los recuerdos a la basura y al contenedor. No. Lo que se trata es de tener paciencia y mesura.
Han de desaparecer los documentos menores que obtuvieron sucesos puntuales y cotidianos. Y han de permanecer únicamente las cosas clímax y eternas, la esencia de mí y la de mi familia.
A veces, lloro. Lloro porque hay cosas que no les puedo consultar si las tiro o no , porque ya han muerto o casi. Pero trato de ponerme en su lugar. Ellos me entenderían y me perdonarían todos los errores, en medio de tanta emoción personal.
A ellos les pasó lo mismo que a mí. Tuvieron que elegir y que decidir. La vida implica esa elección para que fluyan aires nuevos y sucederes venideros. Diógenes era bobo. No sabía que su síndrome implicaba autocastigo y amputación de la libertad y del aplauso de los nuevos ciclos.
Sí. Mi casa se parece cada día más a una casa lógica, habitada y actual. Y, sobre todo, ha de parecerse más a mí. Y quien no esté tendrá mi cariño y mi evocación, pero el otoño deja paso al invierno y éste a la primavera.
Éso es vivir. Y cuando se me pasa el dolor emocional de preocupación por si he tirado cosas que no tocaban, entonces me pongo a descansar y noto un relajo interior. Estoy ganándole al lastre del pasado. Adelante, presente ...
-YO-

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