Como siempre en él. Fácil. Sin estridencias y sin levantar la voz. Con su sonrisa tranquila y canaria. Sereno y desdramatizador. Don Juan Carlos Valerón, colgará esta última jornada las botas desde su veteranía y ley de vida. Hasta para los grandes genios del fútbol como él, acaba pasando el tiempo inevitable.
Tiene ya cerca de cuarenta años, y en el contexto actual del fútbol español de los Campeones Mundiales de la "Roja" y de su tremenda altura, parecería que Valerón es una isla distinta o de otro relieve.
Pero a quienes nos gusta el fútbol, no nos deslumbran los oropeles y los trofeos maravillosos y reales de emoción. Para mí, el gran placer es ver jugar a un tipo que juega al fútbol como los ángeles, e inventa una y otra vez situaciones adecuadas y admirables en el terreno de juego.
En tiempos del gran Iniesta, Xavi o Silva, ¿es posible detener la mirada en el genial flaco canario de Arguineguín? Sí. No solo es posible, sino que es obligatorio. Y si no lo digo, reviento. Valerón ha sido el mejor jugador de este país, por encima de la cabeza de todos los que tenéis in mente. No sé si seré yo, que soy heterodoxo y esas cosas. Pero lo de valerón ha sido extraordinariamente especial. Ha sido lo más grande que yo he visto jamás. Decían que no defendía, y todas esas maledicencias que afirman esos simplones de argumentos y patológicamente resultadistas. No les creáis. Yo, nunca les creo ...
El espigado y delgado Valerón, saltaba al campo con aquella camiseta del Súperdepor de Bebeto o de Fran, o se enfundaba la del Atlético de Madrid y de varios equipos más. Pero siempre era fútbol. El fútbol canario del talento y de la asistencia, de esos jugadores que no necesitan correr para hacer un juego excelso y lograr que te levantes del asiento. Que, aplaudas.
Yo he tenido la suerte de haber visto jugar al mago de Arguineguín. Valerón, con su talento y frialdad aparente, me ha enseñado otra manera de jugar al fútbol con sorpresa y naturalidad. Ha sacado de su chistera infinidad de pases de gol, ha cambiado la pelota de dirección hacia lugares pacíficos, ha escondido el balón para recuperar el tempo y el oxígeno, y ha valido la pena hacer un sacrificio para ir al entrañable Estadio de Riazor, o sacarse una entrada de fútbol en el campo, o pasarse un rato frente a la tele viendo un juego de quilates siempre imprevisible y naturalmente genial.
Longevo como los grandes, recuperándose finalmente de muchas lesiones, sorteando las presiones mediáticas con esa cachaza sensacional que tienen los aplomos canarios, Juan Carlos Valerón no ha dejado a nadie indiferente. Su clase, su técnica, su humildad y su calidad de fuera de serie, pertenecen desde ya y desde hace tiempo a la leyenda de los sibaritas de este juego mágico del balón redondo.
Cual Curro Romero en los toros, Valerón fue el más grande. Ha sido un mito del talento y de la calidad. Dentro y fuera del campo, Valerón sabe a deporte y a clase. Poco hablador y especial como todos los elegidos. Ya ha hablado durante décadas haciendo magisterio sobre la verde hierba.
- ¡GRACIAS, MI NIÑO! -
2 comentarios:
Siempre alguien humilde deja la huella de su paso.Sin estridencias.Un mensaje directo y sencillo y una portentosa vision del juego.No lo olvidaremos.
Dmilu
Siento coincidir nuevamente con tu visión de las cosas, jeje. Algo se muere en el fútbol cuando un genio se va.
Saludos!
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