lunes, 10 de junio de 2013

- CAMINO CON LA AUSENCIA -



En mi sendero personal e inaplazable, decido caminar convencido    de    mí     mismo    y  acompañado de una herida inevitable. Mi madre y su referencia, son cada vez más un deseo  y un recuerdo entrañables, pero no está. Mi madre ya dejó de estar, aunque siga aquí conmigo como un regalo infante a cuidar y a besar.
Y ese caminar con tal ausencia, le da un inédito y audaz horizonte a mi vida. Porque salgo a la calle conmigo y nada más que conmigo en los momentos de ocio y de descanso.    Puedo  encontrarme con una mejor perspectiva de la realidad.
Sí. Caminar así es doloroso y bonito a un tiempo, en donde te das cuenta de tu verdadera personalidad, y haces porque no te domine la nostalgia que frena en dudas un espacio personal más que necesario.
Élla, me deja. Y entonces llega ese relevo que es la vida que continúa. Piensas de otro modo, te das cuenta de lo que pierdes y también de lo que te pierdes, y hasta de lo que puedes ganar.
Es como si te fueses despertando de un largo sueño cada mañana, y entonces ves que en la casa de tu vida ya no hay nadie, y en ese momento se impone el jugar a mayor y a adulto con todas sus consecuencias.
Va a ser mi primer verano así. Todo un reto. Solo, en medio de mí mismo y de mis decisiones. La pelota en mi tejado. Todas las tentaciones de la comodidad. Y también la aventura cotidiana de no pensar demasiado en el largo plazo. Ahora,   en    este   Rubicón  maravillosamente doloroso de mi vida, lo que no he de hacer son proyectos de alcance sino inmediatos y posibles. Masticar mi realidad con la mayor naturalidad. Ir poniéndome a prueba.
Me estoy anticipando al duelo inevitable, y hago bien. Estoy entrenando la dureza del cada día. De la mañana, de la tarde, y de la noche. Mañana no sé bien qué será o qué pasará. No es necesario incidir en esa zozobra que domina la ansiedad.
Ése, es mi camino. Relativizar lo más posible mi dolor, y trabajarme duro para ubicarme en el mejor territorio. Huír de inconsistencias y de fantasías huecas, y centrarme  en     los   calores de mi arrojo y de mi decisión.
Caminar a pesar de todos los todos, y mirar hacia adelante con el orgullo de la coherencia. Aprender a ser yo mismo y a no hacerme demasiados tiquismiquis con mis bisoñeces   y   torpezas de quien no ha tenido apenas la posibilidad de vivir abierta y plenamente.
Es audaz y aventureramente necesario andar con esta carencia y lastre. Todo es pasajero y acabará vencido por mi resuelta vitalidad y realidad.
Mi camino rocoso inevitable, sé que dejará paso a ángeles de trino de pájaro y a sirenas de belleza cotidiana. Todo lo malo y lo bueno de ahora, mutará y no será eterno.   Y     se   modificará, y tomará otras formas y aciertos. Toda esta coyuntura se terminará, y entonces mi rampa de despegue propio quedará franca y atenta al salto de mi personalidad. Al escalón que me permitirá vivir de otro modo y de una verdad mucho más auténtica.
Y, seguiré. Sí. Siempre seguiré contando y hasta cantando las cosas y los vientos que note y vea. Y los colores, y la belleza, y las sorpresas, y los universos, y las estrellas, y las sonrisas, y los saltos, y los llantos, y los nacimientos y los óbitos.
Y la vida caminará conmigo desvaneciendo los efectos de las nieblas y los grises, y me dará calor y ganas, más energía y coherencia, y gozaré más plenamente de todo mí. La ausencia será eterna y superada.
-POR MÍ Y DESDE MÍ-

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