Creo que es la palabra homenaje que hay que decirle al gran tenista Rafael Nadal. Merci, que significa gracias. Sí. Hay que sacarse el sombrero y hacer de su colosal octavo triunfo en el magno Torneo de Rolland Garros de París, el agradecimiento por el placer de darnos a los españoles satisfacción y a la vez engrandecer el deporte de la raqueta.
No por esperado, menos emocionante. Justa emoción. El hombre lesionado durante muchos meses en su rodilla, quien nunca ha tenido una mala palabra hacia nadie, quien ha mostrado su contundencia frente al pernicioso dopaje, y quien nos maravilló con su magia en las semifinales contra el serbio Djokovic, ha lanzado su puntilla de matador y ha cerrado el Torneo como absoluto vencedor y por octava vez.
La crónica de esta final, no puede ser únicamente la frialdad de unos números y de sus potentes tres sets frente al más que valiente David Ferrer. No. Esta final acariciada suavemente por la lluvia con aroma francés, sirve para hacer la justicia merecida a un hombre humilde y manacorí, un portentoso atleta, genial y exhuberante con pinta de gladiador romano, y mostrando su poderío y supremacía. ¡Un elegido! ...
Jugando un tenis fuerte y talentoso. Siendo práctico y actual, alargando muchísimo la velocidad de sus golpes, y manteniendo una fuerza mental muy superior a la de todos sus rivales.
¡Ocho triunfos en Rolland Garros! Tiene veintisiete años, y una madurez de cuarenteañero. Es mucho más mayor mentalmente de lo que marca su DNI, y trata de quitarle trascendencia a toda su hercúlea grandeza.
Ha ido de menos a más en este duro torneo sobre tierra batida, y ha completado unos últimos encuentros realmente para grabarlos en vídeo y verlos una y otra vez. Sacando con regularidad y sin fallos estridentes. Y desde ese saque tranquilo y eficaz, ha corrido como los mejores, y ha demostrado unas facultades portentosas. ¡Un toro! ...
Ha angulado las bolas hacia lugares inalcanzables, ha roto los esquemas de los maestros más tozudos, y ha pensado en todo menos en que tuvo la rodilla como castigo y dolor durante muchos meses de dificultad y freno.
Rafa Nadal ha sacado todo el poderío de su maestría física, deportiva y tenística, y ha logrado llevarse el gato al agua. Ha ganado. Ha ganado porque ha puesto toda su concentración al servicio de un tenis de quilates. Solo el serbio Djokovic le hizo sufrir, porque es el único que hoy por hoy puede llegarle. Todos los demás han sido casi meros comparsas a los que ha ido destrozando uno tras otro.
¡Ahí esta de nuevo! Nadal ha resucitado. Ha vuelto al tenis. Ya ha llegado, y con la velocidad del mediático Usáin Bolt que le acompañaba en el glamour de la ceremonia de entrega de premios junto al gran David Ferrer. Más que merecido finalista.
Sí. Nadal sabe que todo ha valido la pena. Que, nos ha dado una gran satisfacción. Nos ha gustado, nos ha emocionado y nos ha hecho divertirnos con su tenis superior. Hemos gozado mucho, gracias al excelentísimo monsieur de la balear Manacor.
Vaya pues desde aquí mi más sentida enhorabuena por su ejemplo, triunfo y naturalidad. Es el mejor deportista español actual. Seguro.
- ¡AQUÍ TIENES OTRO FAN! -
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