jueves, 27 de junio de 2013

- ALBERTO SE AFIANZA -



Alberto. De la barriada mía. Corazón noble y herido. Bajito, delgado y miope. Pintor de brocha gorda que nació en Madrid sin cariño de padres. Le llevaron a un orfanato y estuvo muy triste.
Por la vida dio vuelcos cuando de joven, y se enamoró en sus madriles y hasta las trancas de su novia tierna. Pero la cosa se ajó. Y ella partió desde   su    vida     hacia   otros   lugares inalcanzables e imposibles. Alberto se quedó jodido, y se dijo a sí mismo que todo le iba a importar un pito soberano. ¡Osborne! ...
Se recorrió media España valdíamente, estuvo hasta empleado en un circo en Murcia, pero todo nada consistente. En una pelea por frustración, perdió el bazo. Alberto siguió hacia adelante por inercia.
El clima de Valencia es bueno. Se vino desde la derrota. Hasta que una señora se apiadó de él y le acogió en su casa. Alberto la cuidó hasta su muerte, y luego sus hijos pasaron de él y lo tiraron a la calle.
Ese es su sino actual. La calle. Lo que pasa es que el bueno de Alberto estaba hecho a la calle, y un poco bastante al fumar y al alcohol. Si se ponía malo, entonces tras un   tiempo   se  recuperaba, y santas pascuas.
Pero los años no pasan en balde. Y un día le vio las orejas al lobo. Se sentía débil y extraño. Yo, modestamente, le di un empujón. A ratos casi diariamente cuida a mi madre. Se quieren mucho mutuamente. Alberto es ocurrente y le gustan las personas mayores. A mi madre la hace reír y juegan al parchís ...
Sí. Alberto se notó malo y no comprendía nada. En su vida había ido al médico. Le dan miedo los hospitales, y recela de enfermeras y matasanos. Pero se ha dado cuenta de que ha de espabilarse o se queda seco. Está comenzando a rehacerse. A ser él. Tiene muchas dudas, pero la duda es la buena señal. A veces se desespera y cree que no logrará nada. Pero pronto se le pasa.
Ahora anda entre trámites y papeleos necesarios y cargados de responsabilidad.   Se    ha  quitado de la bebida y apenas fuma. Tuvo un soplo en el corazón, y una hepatitis que debe ser controlada. Está haciendo caso a los doctores. Duerme en la Casa de la Caridad y le están extirpando las piezas dentales que le son nocivas. Camina por un lugar desagradable y rocoso, sin dinero y tristón. Pero él sabe que éste es el camino. No hay más.
Alberto parece otro. Se está cuidando. Ha tomado las riendas de su propia vida cuando nadie lo esperaba. Su rostro está ahora tamizado de conciencia tranquila. Está pasando su mono y su transformación personal, a pelo y con un dolor que apenas expresa. Ya   no    está     tan  violento. Sabe que está haciendo las cosas bien. Aunque el otro día se le hincharon los pies, el tío se tomó los medicamentos y se le pasó dicha hinchazón. Le cuesta.
A todos nos ha de costar salir de líos. Necesita afecto. Todo el afecto de una mujer buena que se lo lleve a cantar y a bailar en su ocio más que merecido.
Alberto sabe que su futuro y su felicidad están en su tejado. Si hace exactamente lo que  tiene que hacer y no el sordo, entonces Alberto vivirá muchos más años de los que él cree, le darán una paguilla para ir tirando, y tendrá un techo con cocina para que su salud no termine por derrotarle la vitalidad y la vida. Y, quizás alguna sorpresa femenina ...
Alberto ha salido del agua y le da miedo la tierra. Pero sus pies se van haciendo a ella. Nunca aparentará una recuperación espectacular, pero eso no importa. Lo que le es válido a Alberto es su modificación ejemplar. Está siendo otro. Está siendo por fin Alberto Llanes. Y yo le doy la enhorabuena por su testarudez tardía.
¡GRACIAS, AMIGO!

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