Belleza. Española. Sara Montiel. De la ciudadrealense Campo de Criptana. Ochenta y cinco años. Nos acaba de dejar.
Actriz, bailarina, cantante, y lo que hiciera falta. Fue la española más bella nunca antes imaginada. Y su sexy y ambición, la catapultaron al estrellato y a la fama más internacional y colosal.
¿Una española sexy en la época de Franco?, ¿será posible? Sarita Montiel rompía todos los moldes. ¿Una actriz de España triunfadora en la América de los mitos consagrados? ¡Increíble! Pero, cierto ...
Era tan sensual que no cabía aquí. Necesitaba respirar aventura, y toda la libertad. Y, éso, no estaba en España. Éso, era cosa del mundo mundial e internacional. Concha Piquer ya lo había osado hacer y con todo el éxito musical. Élla, Sara, era más cine, tele y show. También canción. Carne bellísima en un cuerpo pequeño pero majestuoso.
¡Oh, América! Primero, disfrutaron de su charme los espectadores mejicanos. Y, de ahí, ¡ a Hollywood! A la NBA del éxito total y sin precedentes. Cuando las españolas se vestían de negro y con mantillas y peinetas, Sara daba el gran paso. Se casó con el director de cine estadounidense Anthony Mann, y descubrió la manchega otra cultura posible, otra magia, otra posibilidad de ser María Félix o Rita Hayworth; otro modo de entender el sexo sin tabúes ni cortapisas. Hollywood agradó y colmó la gran ambición de la española diosa morena. Icono.
¡Veracruz! ¡Coño, Veracruz! Sara Montiel y Gary Gooper. ¡La leche! Aquello era triunfar. Y Burt Lancaster, y Charles Bronson, y todo cristo a sus pies. Doña Sara seguía derribando moldes y barreras. Era española, pero sobre todo, de muchísimos sitios en donde luce el gran prime time rutilante del éxito.
Libertad. Sara Montiel y la libertad. Los hombres. Todos sus hombres que la vino en gana tener y enamorar. Su sexy y su descomunal belleza. Su sensualidad al abrir la boca y para cantar en tono seguro y grave.
Puros. Sara fumaba puros y hacía con cariño todo lo que quería. Se divorciaba, se casaba, se descasaba, y seguía en el centro de todas las miradas de ambición posible. Pionera, y más que bella. ¡Sexy!
Dejó América y se vino de regreso a España, a la tele, al teatro, y a donde quiso venir y hacer. Creó todo un personaje divo y maravilloso, donde ya es difícil saber en dónde empieza el personaje y en dónde su persona. Les pasa a las grandes estrellas del mundo.
De cultura liberada, no olvidó que era de España y por eso se volvió. Fue la reinona divina y hermosa, y la gran estrellaza de mi país. Seguramente, si preguntas a algún español acerca de su nombre, a todos les suena siempre. Era poderosa, mujer, cariñosa, sorprendente, bellísima, sexy a mil, y decidió que eso del paso de la edad siempre iba a tener remedio. Siempre salía airosa de unas situaciones que ella misma provocaba. Le chiflaba la provocación y el asombro en los otros. La gran aventura de la belleza de la mujer y del triunfo. El estrellato.
En sus últimos años, decidió la ironía en sus recuerdos, y desfiló como una frikie con alguna dignidad, hablando puro en mano de la atracción por los hombres de cualquier edad. Oye, la cuestión era salir en la tele, en los medios, y en donde hiciese falta. O das la nota, o no existes.
Sarita Montiel abrió los ojos a la ambición femenina española, y cambió mentalidades. Ser mujer pecado, también era cosa de gozar de maravillosas recompensas vitales. Ser mujer sin tabúes podía ser una nueva opción de modernidad y de éxito. Ser diva también podía ser genialidad.
- ¡QUÉ GUAPA FUE! -
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