viernes, 19 de abril de 2013

- EL "GANCHO" DE IZQUIERDA -



Estaba cometiendo en los últimos días el error pesimista de quien está cansado. Empezaba a dudar y bastante absurdamente de mí. Sin duda que el cansancio te traiciona y desenfoca, pero solo es un pesimismo pasajero de quien duerme poco y se cansa mucho.
Sí. Estos días están siendo para mí de mucho trajín. El martes llevé a mi anciana madre al doctor al verla decaída e incómoda, estaba bastante preocupado, y para mí la vida se ofrece como una novedad mágica pero dura de atravesar. Mi etapa es un poco rompepiernas, como la que disputan esos ciclistas. Hay poco llano, y todo son montones de cosas que suceden y que debo abordar. Mi bello reto.
Apenas dipongo de tiempo, y trato de sacarle veinticinco horas     a   algo      que   solo   marca veinticuatro. Ya sabéis que estoy reacondicionando la que será mi casa del futuro, y he de vérmelas en soledad con un tiempo que nunca viví. Se trata de estar solo aquí en mi viaje y pizpireta casa y curtirme en mí y para mí. Nada sencillo.
Todo este maravilloso y duro panorama, desgasta y mucho. A la vez que inevitable, te hace poner toda la convicción y las energías en lo que haces. Es agotador y aprendedor. De modo que de vez en cuando, debe aparecer el placer y el disfrute.
Uno de los dones que la Naturaleza ha osado conferirme, es el de la creatividad y capacidad y de ingeniar. Y, cegado por la obsesión del cansancio y de una planificación todavía inadecuada, temía perder unas facultades que hoy se ha vuelto a demostrar    que    son   intocables. Veréis. Yo me divierto cuando juego y soy feliz. Y necesitaba por unos instantes olvidarme de ser riguroso, tirarme al mundo por montera, y salirme del guión. Necesitaba soltarme y volver a los juegos de la infancia y con conciencia de adulto que crece.
Y, aprovechando que voy con mi madre todas las mañanas al bellísimo Jardín Botánico de Valencia, me he vuelto a juntar, tras unos días de abulia, con las veteranas señoras que hacen sana gimnasia para mantener su salud y su ánimo bien arriba.
Al acabar dichos más que saludables ejercicios, la encantadora señora Angelines se ha ido a su bolsa y ha sacado unas pelotas para jugar entre todos, pasándonoslas los unos a los otros.
Y ahí me he dado cuenta de mis necesidades y me he sorprendido a mí mismo con mi alegría contagiosa e imaginativa. Fuerte, y veraz.
Sí. Las señoras se ríen al ver mis habilidades con las bolitas con las que jugamos. Ellas me las tiran, y yo las voy devolviendo con mi estilo personal, el cual les divierte mucho   por    mi   heterodoxia y a la vez, facilidad. Y no solo porque me mantengo ágil y fuerte, sino porque soy capaz de desarrollar una cantidad de lanzamientos distintos e improvisados, los cuales llaman la atención.
Lo más importante, es que me divierto. Y os confieso que cuando estoy disfrutando, soy capaz de hacer cosas que transmiten alegría y paz. Y allá que estaba yo haciendo reír a todas las viejitas, y yo disfrutando como un malabarista divertido.
Y de repente, ¡plas! ¡Un nuevo movimiento al zurrón! A la vez que me venía la alegría y  la  seguridad, y casi sin pensar, me he dicho que si atrapaba la bola con la mano izquierda y la lanzaba en arco para crear y para reírnos todos juntos.
Y, cual sería mi sorpresa, cuando he visto que funcionaba. Allá que iba mi gancho de izquierda, y suavemente las pelotitas caían en la mano de la anciana correspondiente. Y entonces ya no he dudado. Si funcionaba la primera, funcionarían las siguientes veces. Ya tengo un nuevo recurso para divertirme en el juego. Mi inesperado "gancho" de izquierda. Ya me lo imitarán, ya lo veréis ...
Es una anécdota, pero dice mucho de mí y de mis recursos. Llevo muchos en mi interior. Aún sacaré muchos más, y seguiré sorprendiendo a las simpáticas ancianas. Y también a mí mismo. Todo había sido un pesimismo. Sigo manteniendo dentro de mí mil ideas para crear e ingeniar. Tengo dentro de mí mucha alegría.
-ES MÁS QUE EVIDENTE-

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