domingo, 25 de noviembre de 2012

- TONY LEBLANC, YA EN EL RECUERDO -



Noventa años. Toda una vida de cómico popular. Tony Leblanc. El "tigre de Chamberí", o "el Astronauta", como dos películas significativas y de él.
Tony Leblanc fue siempre polifacético y laborioso, como lo son los grandes cómicos    de   la  legua. Cómico. Esa palabra, le va al pelo a este hombre que fue el rey de la comedia en este país y en las películas en blanco y negro de los años cincuenta. Y sesenta, y setenta, y sin tiempo, y en color ...
Tony Leblanc. Tiene la fuerza y el impacto en el nombre y el apellido artístico. Ya    no     pertenecía a estos tiempos por edad, y sus últimos pinos cómicos y de actor, los hizo cuando Santiago Segura se acordó de él y le dió protagonismo y reincorporación en varios de sus "Torrentes".
Tony fue guapo y delgado, boxeador y seductor, y con una gran velocidad   de     habla   y  movimientos. Un atleta español del escenario. El número uno de su tiempo.   Simpático, familiar, sensible, y tremendamente querido por los españoles. Fue uno de los grandes chicos mágicos y graciosos de este país, y en tiempos terribles como fueron los del franquismo.
Leblanc, sacaba la ironía y la comicidad. Aunque fuera sin ganas   y     a     la     desesperada, finalmente el fondista de la pantalla y de las plateas aparecía y te llevaba a su mundo siempre en ebullición y en aventura. Seductor.
Tony era de Madrid y fardaba de éllo. Su humor era pícaro y de castizo, de truhán   y   de  superviviente inevitable. Un enorme trabajador, y devorador de guiones de aventuras  profesionales que casi siempre acababan bien. Y como madrileño que era, iba de sobrado, y como si ya nada en el mundo pudiera estar en disposición de poderle sorprender. Leblanc fue Madrid, y toda España, y hurgó siempre desde esa mágica labor de muecas y gestualidades que es la de actor cómico. Actor y cómico. Actorazo sensacional, y humorista de situación y de contexto. Tony se atrevía a lo que hiciera falta, y podía salir tigre de ring o astronauta de espacios imaginados.
Sí. Se ha ido uno de los grandes iconos de la idea de la comicidad. Cómicos. Cómicos    de  aplausos y de risas, de burlas y mayoridades, de arte y de anécdota, de prestigio y minorías, de masas y modas, de raza y corazón. Hacer de los otros. De otros.
Ser cómico tiene que ser la releche. Es un mundo dicen que cerrado y lleno de puñaladas traperas y de niñas casquivanas. Es un mundo bohemio y apasionante. Un universo durísimo y vocacional a mil. Una atmósfera que nos representa mucho más que los políticos o los administradores de fincas, unos tipos que se visten de otros y que se ríen como los otros, y que imitan a los otros.
Porque los cómicos están para hacer reír. Y para hacer llorar, y para hacer pensar, y para tener personalidad propia, y para triunfar si éso a lo grande, como en el caso del nonagenario y ya mito Leblanc.
La estética de aquella España ya se fue o cedió. Pero en el fondo, sigue. España lleva ahora un traje inexacto y mejor vestido, pero en el fondo no engañamos a nadie. Tony Leblanc fue y es, España. Y Madrid, y fue capaz de encandilar a hembras majestuosas o fumarse un puro viendo a Di Stéfano o a Maradona. Y pudo ser hombre y ciudadano medio, y rey del mambo, y rey igualmente de Chamberí, y tocar el piano con o sin huellas, y comerse una manzana insólita en un show de José María Íñigo ante el estupor de éste. Y ésto, y ésto otro, y aquéllo, y lo de más allá. Se van noventa años de vitalidad y exhuberancia que dieron para mucho.
- ¡VIVA TONY LEBLANC! -

0 comentarios:

Publicar un comentario