miércoles, 21 de noviembre de 2012

- EL PÁNICO POSITIVO -



Andaba yo durmiendo tranquilamente en mi casa de la entraña y de mi libertad, cuando me desperté súbitamente sobresaltado.
El goteo del agua de la lluvia, se desmarcaba desde un sonido preocupante   y    extraño. Increíble. Aquéllo, debía de ser una gotera. De modo que me levanté de la cama,   y  me aproximé al lugar desde donde procedía la gotera ...
Me sorprendió gratamente el hecho de no ver agua por el suelo, y eso me tranquilizó algo. Era una gota extraña. Porque era una gotera que no parecía dejar marca. Miré hacia   el techo, y observé que se había formado una llamativa grieta. Decidí volver a la cama. Seguía la gotera amenazante, pero mi techo paraba su penetración o inundación. Hay que tener en cuenta que vivo en el piso de arriba de la finca.
Yo no era consciente totalmente del peligro que suponía la situación de riesgo. Un tanto nervioso, volví a dormirme. Pero no fue un buen sueño. Dormí francamente mal a pesar de mi gran cansancio, producto del extenuante trabajo que lleva implícito el cuidado intensivo hacia mi madre.
El episodio encadenado de varios días de lluvia en mi Valencia, estaba poniendo de manifiesto que algo irregular y desconocido amenazaba de modo difuso mi tranquilidad en mi casa de la alegría y de mi cuna.
Mas el miedo y el nerviosismo, parecieron detenerse o tomar un inciso, de la misma manera que parecía estabilizarse el tiempo. No había lluvia, no había gotera, no habían miradas furtivas hacia las grietas, y era como si necesitase que el peligro pasase al bolsillo del olvido irresponsable y temeroso. Era un miedo negativo y sin reacción, que parecía esconderse en mi indiferencia.
Hoy he llamado a un buen hombre de mi barriada que es pintor, hemos visto lo que había pasado en mi casa, él le ha puesto a las grietas elementos de protección para las humedades y orificios generados entre las paredes que componen el techo, y al terminar su trabajo me ha dicho que solo había hecho algo parcheado. Que lo suyo no valía para nada. Que el problema estribaba en que las tejas ya no protegían algunas zonas del techo de mi casa, al haberse deteriorado gravemente. Y que una sola gota de agua, ya producía la permeabilidad. Y que solo la masa que compone el techo, contenía el agua generadora de la humedad y del peligro casi inminente.
No reaccioné de inmediato. Vi cómo estaba todo ya tapado, y me sentía satisfecho. Hasta que esta tarde me ha entrado un maravilloso pánico de responsabilidad. Mi casa, mi finca, mi situación, mi derredor, lo mío, los míos; el futuro de mi finca y de todo, estaba al albur de los pronósticos del tiempo.
Bendito pánico aclarador. Mi inquietud aumentaba por momentos. ¿Qué hacer?, ¿cómo hacer?, ¿a quién más y a quién menos oportuno el dirigirme? ...
Eran las once y media de la noche. Hora, totalmente inapropiada. Mas pidiendo previas disculpas, he podido hablar con una amable voz interlocutora y vecinal, la cual se ha echo eco de mis urgencias y de las de la finca. Inminentes. Mañana, decidiremos, y haremos las cosas que en estos casos han de hacerse.
Sí. Han de hacerse. Se harán. Las haré. He comprendido mi miedo bisoño y potente del despertar. He tomado conciencia clara y tranquila de los verdaderos problemas. Ahora, voy manos a la obra.
Soy práctico conmigo mismo mientras aprendo a destiempo, y con sensación de olor a intemperie personal. Mas no es cierto. La gran lección es que estoy aprendiendo a marchas forzadas y a buena velocidad a protegerme a mí mismo.
-GRACIAS, MIEDO MÍO-

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