Daktari. Ankawa. Tarzán. Meryl Streep y los niños famélicos. El Tercer mundo. La pobreza y el calor. Subsáhara. El África negra. Las hambrunas y las pandemias endémicas. Malaria y mosquitos. El doctor Livinsgton, supongo. Los ingleses. Stewart Granger, Mogambo, Ava Gardner, Deborah Kerr, David Niven. El cine, la distancia, la aventura, el deseo y la realidad.
Desde todos mis respetos a la figura de Su Majestad el Rey de España, parece evidente que es humano y se equivoca. Hay mucha crisis. Toda la crisis. Toda la economía global, alemana y neoliberal, asfixiando todo el horizonte y el futuro de nuestro Estado del Bienestar.
Y en medio de este caos insoportable, el Rey de España se va a Bostwana a cazar elefantes, que vale un pastón. Un despilfarro insoportable, y teniendo a su nieto enyesado en un hospital de Madrid por un tiro de escopeta en el pie, afición a la caza parece ser del exótico Jaime de Marichalar. ¿Sensatez?
Y en medio todavía más del azaroso destino, el Rey se cae y ha de ser operado de la cadera. Ya no puede cumplir setenta años. Debería reflexionar Su Majestad. Está acabando con su salud y con el dinero.
Bien es cierto que Juan Carlos de Borbón es deportista y campechano, y que tiene ese gracejo real de su espontaneidad y todo éso. Pero también los elefantes y los leones tienen realidad y carácter. Ir a África no es fácil. El Continente negro está lleno de bellezas, pero también de tremendos peligros. África no es Disney, ni el Palacio de la Zarzuela, ni el de Marivent. No. África es una realidad más grande que un piano. Una realidad más grande que una más que hermosa alfombra de flores.
El Rey es mucho para este país. Aunque sea en estos días de la República esquilmada, hay todo un apartado de la Constitución que ha de respetarse y acatar. ¡Coño!
Si yo fuera rey, no iría a África en crisis. Solo iría de misionero y sin aceptar consejos. Iría como un perfecto ético a hacer el bien, y jamás de ocio o safari. Éso, lo dejaría para otros.
Ahora toca ir a la Quirón a darle un beso al nieto Froilán, y a vigilarle algunas de las malas compañías que tiene. Ahora hay recortes sociales y prioridades, y nunca concesiones a los tigres, hipopótamos, o rinocerontes del cine de ficción y de nuestra tierna adolescencia.
Trato de hablar en serio, Majestad. Los españoles estamos tristes porque usted se ha caído en el suelo y se ha hecho mucho daño. Y más que podía haberse hecho, en el África feroz e indomable.
Por éso y por todo éso, además de dar un maravilloso Viva España, me gustaría conservar la buena idea de ese entrañable mensaje de Navidad, que ya es un clásico, como las grandes películas del mejor cine de aventuras de Hollywood y de los años cincuenta y sesenta.
Kilimanjaro, Níger, Tombuctú, Tomás Nkono, Samuel Eto´o, las nieves, los gorilas en la niebla, Sigourney Weaver, y aquella magia victoriana y también de extraño lujo de capricho, que sale en los documentales de nuestra nostalgia y evocación recurrentes.
Para África, las novelas. Pero en España, toda la seriedad y la salud. Y menos jirafas y cuentos. Y a ponerse bien, y a recuperarse todos, y a hacer una familia llena de gente razonable, necesaria y hasta campechana.
- ¡VIVA ESPAÑA! -
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