Tras la decepción en la Liga de España, el FC Barcelona se aferraba como un clavo ardiendo a las semis de la Champions, en un intento desesperado y deseoso de alcanzar la gran final de Münich.
El Chelsea de Londres, hizo lo mismo que en el partido de ida. Limitarse a cerrar espacios atrincherado en su área, y tratar de aprovechar algún error de su adversario. Y, así fue ...
La primera parte fue una impotencia constante de un Barcelona que carreteaba sin ritmo de balón sobre la misma raya del área de los ingleses. Hasta que cerca de la media hora, primero Cesc Fábregas y después Iniesta, pusieron el 2-0 en el marcador. Pero un minuto antes del descanso, un error azulgrana hizo que el Chelsea pusiera a través de Ramírez el nervio del 2-1 en el casillero. El veneno de la ansiedad, se ponía en el gran vaso de la segunda parte.
Nada. Messi falló un penalty, y en tiempo de descuento Fernando Torres hizo el 2-2 final. Se acabó. El Barça queda eliminado, y ya no viajará a Münich a por una nueva Champions. Hacía tiempo que las cosas no pintaban bien para los de Guardiola, y el partido del otro día ante el Real Madrid dió la razón a quienes somos partidarios de esa visión de las cosas.
Ayer, Guardiola sentó a Alves. No lo sacó, hasta que un tremendo golpe dejó conmocionado al central Piqué, el cual hubo de visitar el hospital para asegurar su salud. Afortunadamente, solo fue un susto. Y Cuenca no podía desabordar por bandas, y el lado izquierdo de los azulgranas seguía sin puñal, y la posesión del cuero solo era un efecto especial, saduceo y carente de practicidad.
No. El Barça no jugó bien al fútbol. No lo está haciendo en toda la presente temporada. Jugar bien, es mover el balón con electricidad y precisión. Jugar bien, es sincronización colectiva y talento unido. Este año, ésto apenas le ha salido al equipo de Guardiola.
Y si, además, el recurso único se llama Leo Messi, entonces el error puede ser flagrante. Si juegas mal y dependes de un jugador,-aunque sea el más genial y creativo que hay-, puedes verte en peligrosos alambres, inseguridades e incertidumbres. Y vas a hacer, que el propio Messi no sea feliz jugando así. Porque todos los partidos no ha de sacarte las casatañas del fuego. Ayer, pasó ésto último.
Ayer, Messi jugó preocupado y triste. No se divirtió. Jugaba por compromiso y para quedar bien. Y, Messi, no quiere ser salvador solemne de nadie ni salir en las vanidosas fotos. No. Messi lo que quiere es pasárselo bien. Sí. Messi necesita jugar a gusto, sentirse libre y heterodoxo en el campo, y nunca un gladiador elegido para ganarles la batalla del deporte a los demás.
Messi, se impacienta cuando ve que todos le tiran la pelota para que les salve. Y no desea sentirse explotado. Huye del esclavismo protagonista, y si le empujas o chillas se viene abajo y se enfada. Leo, es así. El mejor jugador del planeta, tiene estos sentimientos. Y todo mi respeto y admiración. Me gusta el fútbol.
El Chelsea disfrutó mucho al final. El pícaro y portentoso Drogba, era un hombre feliz. Como todos los jugadores del Chelsea. Habían logrado lo único que les importaba: llegar a la final. Lo de jugar bien al fútbol, o lo de atacar, etcétera, no entraba en sus reglas del juego. No poseen jugadores de talento, y solo puede haber entre ellos atletismo y estrategia. Se defendieron todos atrás con suerte y disciplina entusiasta, y el deporte me dice que hemos de felicitar a los que ganan. Ésa, es la esencia del fair play. Unos ganan, sonríen, y deben ser felicitados.
- ¡OTRO AÑO SERÁ, "CULÉS"! -
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