sábado, 14 de abril de 2012

- BOXEO EN LAS VEGAS -



Azar, escape hacia el paraíso del Casino del dólar. Estados Unidos. Nevada. Las Vegas. Una ruleta baja, parece dividir y separar a los pobres de los ricos.
Ruedan las monedas por las máquinas de la avaricia del juego. La vida como una fortuna casi fugaz. Intensidad y anhelos.
Desahogos, gritos, liturgia, el campeonato mundial, dos gladiadores suicidas que rozan con sus musculaturas de acero las cuerdas rojas y blancas del ring. Sudor en la olla de las pasiones. Expresividad. Latinos, e integración a golpes cincelados de gimnasio y supervivencia.
Machismo entre todos, chavalazas con tetas operadas que indican con sus curvas los tiempos de la lid. Ganas de exteriorización en el ocio. Se destapan todos los instintos. Parece como si se volviera a las cavernas del simio. Nada se deja adentro.
La supermaciza y esposa del directivo de una gran empresa, no puede contenerse. Sus gritos y alaridos apasionados, se confunden casi líricamente con la gran masa que brama. Las hembras bravas, miran a los machos hercúleos con ojos admirativos y codiciosos. Pasión y dólar en la inmediatez. Atracción lúdica e irresistible. Todas las ganas sin peinar. Casi todo al descubierto.
Tony se acuerda del negrero de su jefe, y clama a los cuatro vientos toda su libertad desnuda. Samy odia profundamente a otras razas, y vocifera su veneno libre sobre sus    emociones  incontenibles. María está loca por el gladiador de los grandes puños, y le ama en silencio. El dios del miedo, se esconde entre la mentira de dos necesitados sin protección,   que    se desfiguran los rostros paulatinamente a lo largo de doce incontenibles asaltos. O ganas, o pierdes. O ganas y te llevas los millones, o pierdes y te abuchean sin que puedas salir de la vil miseria. Es lo que hay.
Y mucho más es lo que hay. De todo. El grupo humano es diverso, y siempre desconcertante. Dicen de todo. De todo lo que les da la gana. La libertad se torna cruel libertinaje. No parecen existir demasiado las reglas. Las únicas reglas, las marca el dinero.
Sudor. Sí. Todo el sudor entre los grandes boxeadores del ring de Las Vegas. Toda la carne y el show en el asador. Ajedrez de cabeza fría en cada jab o uppercut, muévete como  una serpiente mimetizada en la paz hasta que alcances el objetivo final y el gran cañonazo victorioso del k.o. Es mejor.
Por la noche y por el día, sigue toda la vida. Mientras los boxeadores se zurran la badana, el gran público se olvida de que hay muchos barrotes de hierro que comprimen toda la libertad y que asientan el gran latigazo neoliberal. Las personas sueñan, respiran, gritan, jadean, se desean, juegan, e intentan asumir que lo cotidiano solo puede ser un mal sueño.
Los boxeadores, a lo suyo. Las Vegas y Nevada, vibran y ganan el mercado mediático. Exceso y vitalidad. Nada de vulnerables, tristes o frágiles. Pocas medias tintas. O eres un hombre holgado y feliz, o un perseguidor buscavidas de fortunas adversas. La gran verdad escondida.
Unos tienen toda la suerte del mundo, y otros esperan para barrer los residuos de la basura y los escupitajos de pasión. Tras el show, hay toda una maraña de empleos y negocios. Nada en el capitalismo se va a detener. Todo sigue impávido y altanero.
Sí. Habrán muchos retos en Las Vegas, y nuevos boxeadores, y nuevas mujeres, y nuevos negocios. Y si tienes suerte serás un semidiós, y si te dan con el puño de la mala fortuna, un pobre desfavorecido y sufridor.
- C´EST LA VIE -

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