Era un partido demasiado importante. Un partido psicológico y duro. Si el Real Madrid no ganaba en el estadio Vicente Calderón y del Atlético de Madrid, podría abrirle de nuevo la alfombra mágica del título liguero español, al FC Barcelona.
El Real Madrid no andaba del todo fino y pegador últimamente, y sus flancos empezaban a apreciar algunas preocupantes fisuras. Y aunque el comenzó el partido y se puso por delante, las dudas defensivas le llevaron a los blancos a caer en el nefasto empate a uno.
Ya sabemos lo que está haciendo Mourinho en el Madrid. Lo más exótico de este sorprendente señor, es que le ha dado la manía de no comparecer ante los medios de la prensa y demás. Sí. Mourinho es, con el Barça y el Bayern de Münich, el enemigo del equipo que presidió el mito Santiago Bernabéu.
En medio de las tensiones y de las urgencias, hay un chaval muy poco ortodoxo, al cual le encanta la vanidad y el protagonismo, a la vez que el deseo de ejercer el poder y triunfar. Sí. Me estoy refiriendo a Cristiano Ronaldo. El último gran jugador, y hasta genial, del Real Madrid. La última y moderna gran sensación y realidad.
Desde ese perfil genialoide, no se pueden buscar términos medios. O se enfada hasta con la prima segunda del cuarto árbitro, o se encara con sus propios compañeros, o va a la suya, o suelta declaraciones exóticas y sin argumentos ni musculación, o bien deja de ser un niño malcriado, y se pone una camiseta de fútbol y a jugar como pocos. Si quitamos al gran Messi, seguramente no tiene rivales en ningún sitio y en la categoría de los pesos pesados de los goleadores y de los grandes talentos mundiales en general.
Y, de éste modo,-como el otro día en el Calderón-, Cristiano se dió cuenta de que lo mejor que podía hacer para ganar y ser grande,-y aprovechando que es además un colosal atleta-, que debía esta vez ponerse serio e ir aunque fuese él solo hacia la gran victoria.
Y por eso fue, que soltó un par de cañonazos imparables, y gran cantidad de acelerones de contraataques, y decenas de regates, y disparos y más disparos, y hasta una gran asistencia a su compañero Callejón que acabó en la red. Un recital.
El otro día no ganó 1-4 el Real Madrid. No. Ganó Cristiano Ronaldo. En una maravillosa exhibición de rebeldía y de casta individual, tomó su equipo a los lomos, y acojonó a la defensa del Atlético de Madrid. Destrozó sus redes.
La genialidad le vino al cénit, cuando en uno de sus golazos, más que festejarlos, los dibujó con la expresión del orgullo de su cara. Como queriendo decir: "faltaría más que yo no ganara". O, algo así ...
Cristiano es un ganador, el cual coge unas tremendas chiquilladas y berrinches cuando no gana o no logra títulos. Y él ha venido a Madrid a ser campeón. Y campeón de todo lo que se le meta por delante.
Ha llegado al duro Abril, fresco de músculo, y con una ambición indómita en el gen. El otro día, en el Calderón, dejó hasta a sus enemigos más descalificadores con la boca abierta. ¡Joder! ...
Cristiano Ronaldo hizo callar todas las bocas que le acusan de ser un chulo, un creído y un niñato. Porque cuando se deja de bobadas y juega como sabe y sueña, pocos pueden pararle. Y entonces comienza a oler a Leo Messi. Y se reabre el debate entre los ases.
-CRISTIANO, JUGADOR DE UNA PIEZA-
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