Más allá o quizás antes incluso de los elementos que impulsan los actos de la Semana Santa española, con sus procesiones, pasos, y actos litúrgicos, surgió algo inicial que va mucho con nosotros los españoles y con nuestra identidad e idiosincrasia. Es la idea, quizás incialmente insegura, de la reafirmación y de la identificación personal y social. Como individuos y como grupo.
Yo pienso que la idea de sacar a los santos en procesiones, a los Cristos, Vírgenes, etcétera, tiene que ver con las dificultades que tenemos los españoles para esconder aquello que sentimos y que nos pasa por adentro. Necesitamos ser cotillas y contar las cosas. Está, -por poner un ejemplo-, aquella anécdota que se cuenta, en la que el torero Dominguín tuvo una aventura con la actriz Ava Gardner, y que lo primero que hizo tras levantarse de la cama de amor, no fue otra cosa que la necesidad de contarlo. Otro placer.
Trasladando la idea a la representación bíblica en donde se muestran en imágenes a través de las procesiones y de otros actos,-con el vivero tradicional de Hermandades y Cofradías-, a las figuras bíblicas, es como si necesitáramos reafirmarnos en que queremos mucho a Dios, que sentimos muchísimo cíclicamente su pasión y muerte, y que no olvidamos lo que aquel hombre/Dios hizo por nosotros. Por los españoles, y por todos ...
Nos aburrimos. Es decir, que no sabemos ser cristianos en silencio, y es como si tuviéramos la necesidad de hacernos los dueños de las calles nuevamente, y contar a los cuatro vientos que estamos ahí, que siempre hemos estado y estaremos en esa misma sintonía social, que somos así, que se ha de respetarnos en nuestros ancestros de creencia y cuna, y que al que no le guste ésto, que se aguante ...
Sí. Más que únicamente un gran negocio, o Semana Grande, o una potente influencia eclesial, lo que hay es una forma de ser. Queremos gritar lo que nos pasa, aunque sea una vez al año. Queremos hacer el deber de ser esforzados y laboriosos porteadores de imágenes de un peso descomunal, queremos portar sobre nuestro esfuerzo exhausto y límite, la idea de obediencia, lealtad y penitencia. Queremos decir y decimos a nosotros mismos que hemos de respetarnos entre todos en estos días, y que entre nosotros debe haber una ética de consenso y unas reglas a seguir. Es decir, que aquel hombre de la Biblia murió por nosotros, y es de nuestra obligación salir cada Abril a la calle a agradecérselo, y si es necesario a sufrir por quienes nos dieron la vida. Y la vida nos la damos los unos a los otros. La sociedad, se construye así ...
Tenemos calor, calle, exterior, clima favorable y propicio, extraversión y todas esas cosas, pero también sabemos ser soldados obedientes y formales, niños grandes y sinceros, y españoles y cristianos de bandera, trazas, pintas y hasta reinvindicación de grupo peculiar, étnico y social. En Semana Santa, sale mucha España eterna a pasear por las calles. Es el grito de la presencia, de la identidad, de la tradición, del barroquismo y del exceso.
En las procesiones no andaluzas, como las de Castilla y otros muchos lugares, se impone el silencio. Un impresionante silencio, el cual es homónimo en significado con los estruendosos tambores de la turolense Calanda, de la tradicional algarabía española, o de la pasión por la pólvora, el ruído, o los potentes decibelios en general.
Sí. La expresividad evidente y colectiva. Eso es en mi opinión la Semana Santa española. La calle y el bullicio, la solemnidad compartida y la tradición familiar de la conveniencia social y de la hermandad.
-SOLO FUE MI SUBJETIVA Y ATEA OPINIÓN-
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