Iba hoy a escribir de otro tipo de cosas más suaves, distintas y agradables, pero me ha dado la sensación de que, si lo hacía, no haría sino apartarme de la imperiosa e inevitable realidad. Que, me escaqueaba y evadía de lo que sucede.
Ya lo habréis intuído. Japón. Éso, da miedo. ¡Qué desastre más terrible, por dios! Todo, en aquel lugar, roza o supera lo dantesco. Japón es una inseguridad absoluta. Una incertidumbre de película de terror. Una realidad devastadora y temible.
Sí. Siguen las explosiones en la central nuclear esa terrible de Fukushima. Ha estallado el reactor 2. Ya hay fugas radiactivas. No parece haber forma humana de parar éso. El agua , está calentándose demasiado. Y mientras se siga calentando, seguirá el riesgo de liberación de más contaminación radiactiva y letal. El veneno de la muerte, está ganando la partida.
Se hallan totalmente desbordados. No saben muy bien qué hacer. ¿Huír?, ¿taparse los ojos ante una realidad que nos supera?, ¿rezar?, ¿encomendarse a los dioses para salir salvos de todo lo que amenazadoramente huele a la chamusquina de la muerte? ¡Pues vaya opciones! ¡Terror!
Sí. Éso da terror. Porque, además, se anuncia una nueva réplica del terremoto del 11 de Marzo, que puede generar un nuevo tsunami. Más madera. Es, ciertamente, en estos momentos, el peor de los panoramas o escenarios posibles. Japón está gritando socorro. Y la que nos espera, puede ser todavía peor. ¡S.O.S. JAPAN!
Me sentiría mal, si me dejara llevar por el desánimo, y dejara que el escrito se derrumbara bajo los efluvios de la dramática fatalidad. Por éso, no lo voy a hacer. ¡¡ Me niego !!
¿Qué puedo hacer, como mero escribidor, para ayudar en lo posible a esa gente del Japón que no puede salir del dolor, la amenaza y el shock?
Pues, naturalmente, contraatacar. Sí. La historia de la vida del hombre en el planeta y de la supervivencia, ha sido siempre la historia de la rebeldía de la bendita acción. El inconformismo, y el tesón. El salir de las trampas y adversidades.
Sí, amigas y amigos. No debemos pararnos ahora en los pesimismos. Hay que dar hasta la última gota de sudor, para, de este modo salvar la mayor cantidad de vidas posibles. Creerse que se puede hacer. Tener convicción, y meterse desde el tesón en la idea de la esperanza. Hemos de parar esas centrales. Lo vamos a conseguir, cueste lo que cueste. Vamos a lograrlo.
No. No es optimismo. Enfocaremos con talento el nuevo terremoto, el nuevo tsunami, y las nuevas explosiones que puedan producirse en las nucleares. Aquí, nadie ha de rendirse. A los japoneses les gusta lo marathoniano. Tienen fondo en el espíritu. Enterraremos con dignidad a las víctimas. Y seguiremos luchando contra la adversidad. Nadie se va a rendir. Ahora es el momento de tirarle bemoles.
- ¡ADELANTE! -
0 comentarios:
Publicar un comentario