He bajado esta mañana de sábado y sin demasiada convicción, a ejercitar mi cuerpo y mi rodilla lesa, a esa maravilla que tenemos en Valencia, como es el seco cauce del río Turia, el cual nos permite gozar de muchos kilómetros de ocio a los amantes del deporte, del paseo, del sol, o del turisteo curioso en general a aquellos que nos visitan. El seco y extenso cauce de mi río Turia valenciano, es como nuestro particular Central Park. En él está la vida, y no pueden transitar ni los coches ni las motos. Prohibidos los vehículos particulares. Pura naturaleza espectacular. Árboles y vida.
A donde iba. Convaleciente como estoy de mi operada rodilla, allá que iba caminando y caminando por el llano, intentando no pensar demasiado en que la articulación se iría cargando e inflamando a medida que fuesen pasando los kilómetros y si además decidía aumentar el ritmo de mi paso. Ritmo deportivo.
Y, en efecto, aproximadamente a la altura de la entrañable y solidaria con los pobres y desfavorecidos sociales, "Casa de la Caridad", he visto cómo el Jardín del Turia en su flanco u orilla derechos, se elevaba como en una pequeña loma. Nada. Unos escasos cincuenta metros de subida, y otros tantos de bajada.
Y entonces, me ha venido a la cabeza la idea del fortalecimiento. ¿Sería capaz de salvar el citado desnivel?, ¿podría hacerlo?, ¿me dejaría mi rodilla débil?...
Con una cierta audacia, y sin pensármelo dos veces, allá que me he ido en dirección al citado desnivel. Y mientras iba ascendiendo, iba notando unas ciertas reticencias.
Al llegar a los más alto de la lomita o subidilla, me ha parecido notar cómo el menisco de la rodilla, amenazaba con quejarse suavemente. Algo he sentido.
Pero, en ése momento, he decidido tomar ciertos riesgos. Porque una vez de nuevo abajo, me he dado la vuelta y he vuelto a ascender. A la tercera vez que lo intentaba, he decidido ir muy despacio subiendo, y me he dado cuenta de que podía trepar de nuevo. Estaba ascendiendo de nuevo el desnivel, y sin sentir dolor. ¡No me lo creía! Ni me lo sigo creyendo del todo, porque quiero o prefiero ser cauteloso y dejar atrás las euforias.
Pero la sensación, y también la realidad, de que estaba subiendo otra vez por la loma y sin dolor, todavía me acompaña. Aunque pueda darme susto el pensar que exagero, y que me haré daño, y todas esas cosas, la realidad es que tras un año bien largo e interminable en el dique seco de la inactividad y de la impotencia, lo estaba logrando. Lo estaba consiguiendo.
Después, más tarde, he reflexionado con más sosiego. Y he pensado en mi salud. Vuelvo a ir teniendo las dos piernas de siempre. Solemos valorar la salud cuando nos falta, y cuando caemos en enfermedades o lesiones. Esta mañana, he sentido que poco a poco y de nuevo, volvía a ser yo.
-ALEGRÍA INTERNA-
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