viernes, 4 de marzo de 2011

- ENFURECIDO -

Cuernos quemados por rayos en la tiniebla de la tormenta. Desprecio hasta lo más profundo y perfecto que pudo ser creado. Sudo como una bestia parda y encabronada. Mi ira no tiene un stop. Todo es negro y negativo hasta la confrontación personal. Se acordarán de mí y del puto día en que decidieron que naciera.
Es injusto, coño. Es demoledoramente injusto. Dicen que me quieren, pero todo es una perversa mentira. Diablos verdes en la cuna de un niño. Monstruos de dolor atenazándome el cuello y sin permitirme apenas el resuello. Eso es lo que son todos. Hipócritas y mal nacidos.
La noche. Se va la luz. Todo es la oscuridad y el frío paralizante. Más pronto o más tarde, mi corazón estallará de adversidad. No he tenido suerte en la vida, joder. Lloro. Sí. Lloro como un imbécil del que todos se burlan, potenciando mi ira. Y lo jodido es que siempre se seguirán riendo de mí.
Perdedor. Esa es la palabra. Lo que soy es un ser sometido y que ha perdido la fe en el ganar. Solo soy un muñeco lloroso y roto pegado a una desesperanza. Quien me ve, lo sabe. No puedo ni sé fingir. El dolor de mordida de hiena no sabe de protocolos. Si me duele, me duele y me quejo. ¿Se puede hacer alguna otra cosa más que no sea expresar el profundo dolor y la rabia? ¡ Ni hablar, se puede!
Maldita sea mi figura y mi estampa. No veo. No veo nada. No veo nada claro mi porvenir. Solo soy una anécdota descarriada en el tiempo que nunca pasó. Solo sé que no tengo nada. ¿Dónde están los que me quieren?, ¿dónde queda ese sarcasmo que se llama felicidad y sosiego? Todo, mentira. Maldito sarcasmo muerto. No tengo esperanzas. No soy nadie. Nunca fuí nadie. Nunca le importé a nadie. Siempre me odiaron. ¿He de pensar, a cambio de que nadie nunca decida escucharme? Solo sé que cae la larga noche de la montaña y que estoy perdido, porque no veo a nadie y tengo veintitrés años. ¿Es que estoy mintiendo? ¡Mierda y mierda! Olor nauseabundo. Y mucho llanto. Todo el dolor y el llanto del mundo. ¡Joder!
- "Muchacho, soy tu padre. Cálmate. Relájate. Abrázame. Todo pasará. Aquí estoy yo. Pero no olvides, que debes obedecerme. Si no, no podré ser esa figura paterna que precisas. Quien bien te quiera, te hará llorar, hijo mío..." A veces hay que agachar las orejas y reconocer las cosas. Mi padre tiene razón. Está ahí. Le veo. La noche deja paso al día. Y la tormenta, al sol. Sí. Es mi padre. Sé que es mi padre. Y voy a darle un abrazo y un beso. Y el día en que mi padre no esté, entonces yo seré el padre de mí mismo. Gracias, padre. Sé que debo y puedo creer en tí. -Y EN MAMÁ-

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