martes, 7 de mayo de 2013

- ¿VENCERLE AL CARÁCTER? -



Una cosa es la vejez de mi madre con sus achaques hasta tiernos y personales, y otra cosa es su modo de ser y de interpretar la realidad.
Mi madre guapa, asombrosamente sin arrugas a pesar del tiempo que transcurre, rubia que se nota a pesar de sus canas, y con un genio de mil caracteres.
Yo, estaba hoy confiado. Había gozado de más horas de descanso durante el fin de semana, y mi táctica se había vuelto conservadora y perezosa. Y mi madre no es fácil, es muy estratega, y es muy madre que sabe pues dónde hace daño y dónde no. Para eso me parió ...
A pesar de que me había prometido no liármela de nuevo e insultándome delante de todos los habituales en el mágico  y primaveral Jardín Notánico valenciano, mi madre me ha vuelto a herir con su actitud. Lo ha vuelto a hacer. ¡Fuera las máscaras! ...
Y, ésta vez, he cometido el error de ser un cobardica y de no plantarle la debida cara. Me he despedido de las personas habituales con las que casi siempre coincidimos, he decidido no hacer mayores comentarios, me he limitado a obedecerla y a decirla sí a todo, y ese silencio se ha acabado como era de prever, volviéndose en mi contra.
Mi madre me miraba con la pícara ironía de quien se sabe vencedora de una lid. Hoy todo parecía indicar que podía conmigo, y que yo había mutado en corderito mansote de quien podía abusar y juguetear. Sí. Mi mamacita me miraba con curiosidad y como pensando qué tramaría para el inevitable contraataque mío posterior. ¿Acaso será astróloga o vidente? Absolutamente, ¡no! ...
Yo, soy como soy. Tengo un genio fuerte y claro. Al menos, alcanzo algo a mi progenitora. Soy más ruído y traca que élla y menos efectivo, y mi boxeo es más elegante y a la vez ineficaz para el k.o. Sus armas de ella son de jugadora de ajedrez, y siempre espera que yo mueva la pieza, para así ingeniar más redes defensivas. Y pluridireccionales ...
Al llegar a casa, he seguido callado y más callado que un zorro. Nadie diría que me había herido. Y bien herido. Porque cuando yo parloteo y digo cosas, es que estoy jodido pero menos. En cambio, cuando guardo silencio no soy yo, y puede haber tormenta posterior.
La he mirado fijamente, y la he dicho que, ¡ni una más! Y que no juguetee con la cuerda, y que si sigue sin colaborar y faltándome al respeto, que no cuente conmigo. Y cuando más me ha dolido su actitud es cuando ha musitado: "Pero, hijo, ¿yo? Pero si no te hecho nada..."
Ahí me he encabritado, he levantado la voz, y he perdido las formas y algún papel. ¡Coño, la quiero! Y me jode que se haga la boba, y diga que me pide perdón, cuando ella sabe que me ha causado dolor ...
Su vejez, es poderosa. Es su escudo de protección donde caben verdades, mentiras y aranas. Es un perfecto cajón de sastre defensivo. Pero yo también sé defenderme de las poses. Una cosa es su senilidad, y otra cosa son sus traviesas ganas de fastidiarme.
Por la tarde, no ha sido élla. Ha seguido con su postura de asombro impostado. Es así. Mi madre según ella jamás rompió un plato. Y yo no soy diplomático, sino sincerote. ¿Hacemos buena pareja? ...
La reflexión es clara. Mi madre toda la vida ha sido como es ahora. ¿Estoy dispuesto a asumir la dirección de sus cuidados poniendo su fiero carácter en la balanza de las reglas del juego? ¡¡Debería!! A mi madre no la voy a cambiar su modo de ser a pesar de que la tome las manos, la bese, la masajee, y le dé todo mi vigor, mi tiempo y mi ternura.
De éso, ¡nada! La pelota está en mi tejado. No quiero que me prometa ella cosas que no puede cumplir. Ella seguirá al ataque cuando pasen algunas horas y me vea propicio y confiado. Y ése exactamente será el momento de zanajar mi cólera al inicio y de raíz. No la debo dejar algunos metros de distancia. Si lo hago, luego es peor para los dos. Ella necesita a un tipo fuerte que le cuestione sus cosas y que le hable alto y claro. Lo que más en el fondo la crispan son los tipos sumisos y sin carácter.
- ¿A QUE SÍ, MAMÁ? -

















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