jueves, 30 de mayo de 2013

- ME CUESTA ACOSTUMBRARME -



Sí. A mi estancia en mi casa. A mi soledad en mí. Todavía transito por el paso del Rubicón de mi bisoña experiencia vital.
Nunca he vivido solo. En esta mi maravillosa casa, siempre había gente. Lo que pasa es que la referencia al atrás, no deja de ser un inmovilismo y un lamento. Sé que solo es una etapa más de mi vida de vicisitud y nada convencional.
Ahora, rige otro estilo de vida. Ahora, es otra sociedad y otra manera bien   distinta   de entender el hogar y lo vecinal. Por éso me es todo extraño y hasta sorprendemente. Yo, siempre he vivido aquí en mi casa, y antes todo esto no se suscitaba. Parezco un extraño en mi raíz.
Por ahora, no dejo de acordarme de mis antiguos vecinos, los cuales tenían una familiaridad que se transmitía de padres a hijos, y que me hacía mucho más llevadero todo ésto.
Aquí enfrente de mi casa estaba el señor Salvador y su mujer Amparo, con sus hijos Amparín, Salvorín y José. Recuerdo que mi madre se asomaba al balcón y se pasaba las horas muertas charlando con la señora Amparo. Había una animación y una cercanía, que sinceramente echo de menos.
En el segundo piso vivía de alquiler el señor Emilio, que era mecánico dentista y del pueblo alicantino de El Campello, donde tenía una casita y pasaba los veranos. Y todas las semanas, al lado de su fiel ayudante Pepe, el señor Emilio hacía bajar a mi madre y confeccionaban juntos una quiniela de fútbol. Por cierto que no le cobraba las apuestas a mi madre ni a mi tía Lola, y que cuando teníamos alguna afección en la boca como la periodontitis o cosas así, nos hacía grandes rebajas económicas. Había afecto. Y además, el señor Emilio era una valenciano muy desprendido y le gustaba mucho que supieran que era magnánimo y con conocimientos. Todo una vanidoso, vamos ...
En el primer piso vivía la viuda señora Paquita, que tenía un ojo raro   a    causa   de    una enfermedad, y hacía las funciones de cobradora de los gastos de la escalera, y se afanaba en que nunca quedase ningún cabo suelto o asuntos sin tratar. Era una mujer buena y que hacía mucho por la finca a su estilo.
Sí. Todo es romanticismo. Todos los personajes anteriores, fallecieron por ley de vida. Ahora, es otra cosa. Ahora casi no sé apenas quiénes son mis vecinos. A los propietarios les deduzco más, fundamentalmente cuando se producen las reuniones para tratar los problemas. Pero todo es cortesía y formalidad. Aquel calor a estancia, presencia y comida casera, se fue para nunca más volver. Nunca ya será jamás aquéllo ...
Mis vecinos de ahora se meten en sus casas, y apenas existe el trato entre sí. Muchos de ellos son gente joven, que se han incorporado a una barriada que nunca fue  la suya. Y sé que pasarán muchos años, y nunca sabré apenas nada relevante de ellas y de ellos.
Mas este estilo, tiene también cosas positivas. El anonimato,-aunque ahora no me gusta-, te trae nueva intimidad y una sensación evidente de que tu casa la puedes disfrutar igualmente aunque de otro modo.
Se abren espacios personales inéditos, y ese repliegue favorece o me favorecerá más adelante la ausencia de los consabidos cotillas. Y también me otorgará personalidad y particularidad. Mis movimientos serán  solo míos, podré elegir mi relación con ellas y ellos con más estrategia, y no me hurgarán con preguntas intrusivas.
Todo ésto sé que lo valoraré en los próximos meses y años. Mas hoy por hoy me estoy haciendo a la casa, y solo se ven sombras extrañas que no me terminan de convencer. Es mi tiempo de ahora.
-PRONTO PASARÉ OTRA PÁGINA-

2 comentarios:

Ojala pudieramos bajarnos de este mundo Mago.Sencillamente no podemos...o si?

Un saludo cordial.

Dmilu

No, Dmilu, hay que seguir siempre hacia adelante!

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