martes, 28 de mayo de 2013

- ESCRIBIR SIN TIEMPO -




Casi in extremis y en lucha contra el reloj. A última hora y a momentos conquistados al descanso y a la responsabilidad de la salud. Escribir contra todos los obstáculos y contra todas las barreras. Sacar del tiempo de la tinta del bolígrafo afectos y amor.
Escribir casi apresuradamente, sin releer, a todo sudor, y hasta en el abarrotado espacio escaso de un metro o de un tren de cercanías. No importa. Solo importa el deseo de sacar de dentro cosas para uno y para todos. Tener ganas de mostrar comunicación, concentración y entusiasmo. Deseos de conectar y contentar.
A toda marcha, casi sin reflexión ni sosiego, como si el enemigo viniese detrás inquisidor y censor. Como si fuese un tiempo sin sentimientos, chato y cruel. Que quizás lo sea. O, sin quizás ...
Poniendo toda la carne en el asador, escribiendo como hacen las pulsaciones sonoras de un corazón desbocado, y con toda la pasión. Como un corolario o un testamento, como las últimas sílabas y frases en vida. Como en los momentos últimos condicionados y hasta castigados por los otros. Como sea ...
Correr con la velocidad de quien está obligado a ganar y a mostrarse, a quitarse toda la ropa de su presión, y hacer algo casi furtivo y a escondidas del mundo. Sin facilidades, sin padrinos, sin alfombras rojas, y sin parabienes. Sin espacio ni lugar, escribiendo donde uno buenamente pueda, pero teniendo erecta la excitación de una raza de escribir irreductible y laboriosa.
Escribir y escribir, malditos. Escribir casi por vicio, por manía, por locura, y por costumbre no se sabe si sana. Hacer, cual magia, que un desnudo papel blanco se llene de contenido y grafía, y ganar el más difícil todavía del gran y maravilloso circo de la Literatura. Escribir mejor, es todavía más que posible. Siempre lo es. Es ese reto inesperado que sale de las venas e impacta. Una especie de grifo de agua apurada, que te llega al rostro y te lleva de guía camino del corazón compartido.
Escribir sin remedio, sin solución de continuidad, como apurado en la sala de observación de un hospital, como si te dijeran que no puede salir el manantial de la escritura, o como si te dejases llevar por la contractura de tu pesimismo creativo.
Da igual. Todo da igual cuando escribes. Demuéstratelo. No importa Cronos, sino todo el convencimiento de tu libertad. Si escribes, ganas. Si eres capaz de expeler el semen gráfico de tu verdad, entonces vas a notar la paz y la plenitud de tu coherencia.
Escritores esclavos que escriben en el suelo y que son golpeados porque son subversivos, escritores maravillosos que desafían las llaves del poder y logran entrar en el tiempo del desorden y de la barrera del tabú. Logro.
No toca, luego escribo. No es el momento, luego me arriesgo. No tengo tiempo, pues entonces lo alargo con la imaginación y acabo sorprendiéndome a mí mismo por la fluidez de las palabras y de los escritos.
Parece que es mejor escribir holgado y hasta pausado, y esperando una increíble brisa del mar. Pero no todo puede ser confort o buen contexto. Y entonces el escritor se crece, se mete dentro del personaje de sí mismo, y afronta los últimos largos kilómetros del marathón eterno de su creatividad.
Escribe sin ritmo, a tirones, alocadamente, siendo feliz en cada exageración y en cada rictus de tu personalidad. Puedes hacerlo aunque te digan que no. Atrévete a asumir que se puede plasmar un sentimiento en medio del desierto y hasta encima de las montañas. Es posible que nadie pueda parar ese impulso que nace y que siempre está. Y si te dicen que se termina el tiempo, nunca hagas caso. Sigue y sigue escribiendo. No reprimas ningún deseo ni dejes que suene el reloj.
-SÉ LIBRE-

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