domingo, 19 de mayo de 2013

- EL HOSPITAL Y YO -



Urgencias, presencias, crispaciones, esperas, enfermas, pesadillas, sobresaltos, doctores, nerviosismos, observaciones, pruebas y constataciones.
Rumbo a planta, mejoría, más pruebas, pasillos iguales, camas para el enferm@, habitaciones compartidas, respiros casi inesperados y poco confort. Familiares que acompañan, amor en los ojos, arrullo, presencia, estancia, permanencia, presencia y todo el amor. Nervios.
Roles y cometidos, analíticas, pruebas sobre la cama con ruedas, pulsos, constantes vitales, mostrador en donde se dispone el personal sanitario, levantadores de camas, limpiadoras de estancias, ofertas de cuidadores de hasta cuatro euros la hora de ausencia familiar, goteras, goteos, pruebas de fiebre y termómetro, muchos deseos de irse del hospital y a la vez la necesidad de permanecer en este lugar con acierto y rigor. Remedios modernos.
Las comidas, los gustos y sabores, las mejoras y los retrocesos, las músicas de esperanza y los "mahlers" de decepción y llanto. Los eternos tranquilizadores de la ley de vida. Nunca se acaba del todo el mundo si las cosas no marchan bien, vivos que pueden hacer mil horizontes de duelo necesario, pero sin vida solo es posible el recuerdo de quien estuvo y se fue. Es.
Nueva habitación para nuevo enfermo, que pase el siguiente, turnos y más turnos, mozas sanitarias que marchan a toda velocidad y a las que es mejor que dejes trabajar, familiares que se apiñan y seleccionan para crear amor, vecinos de habitación y conveniencia,   y    enfermedad que no conoce de elitismos ni de clases sociales. Todos podemos enfermar. Levanten la mano los inmunes ...
Entonces casi de repente miras hacia una de las ventanas y te das cuenta de que estar en un hospital tiene muchos contras. Que afuera no parece plantearse la enfermedad, y que reina la vida y la libertad, y la dinámica y el capitalismo, y al fondo se oye el ladrido de un can y los primeros gateos de un niño. Y unas mozas en manga corta y pandilla hacen su primavera sin imaginar que está el dolor, la urgencia y la enfermedad.
Sí. Dentro de las reglas del juego de un hospital, hay una que se llama obediencia y aceptación, y que tú también eres un paciente bien intencionado que no debe tener in mente jamás la palabra prisa, y que los más vulnerables serán los enfermos. Los acompañantes no lo tenemos todo, pero nos libramos de mucho aunque pasemos las noches tumbados malamente en los incómodos sofás. Apuestas de afecto.
Porque en el hospital nunca yace del todo el sueño reparador, y todo es obligación   y   paciencia, y armarse de convicción y de renuncia, y tratar de ponerse en la piel de muchos, y tomar relevos de descanso, y sobrevivir igualmente y con la mejor astucia al reto de la confianza y de la responsabilidad.
Y cuando crees cansad@ que nada es justo ni está bien, cuando todo es rutina y alejamiento forzoso de tu hogar, cuando pasa la tarde y el tedio nervioso parece amenazar tu agenda cotidiana, entonces te sorprendes porque pasa una magia y entras en relax y en bienestar. ¡Hayla! ...
Esta estrella en medio de tu noche y fastidio, es una bella limpiadora del pueblo de Albalat dels Tarongers, la cual habla mi idioma vernáculo y es dulce como una naranja de Valencia. Y alta y tremendamente femenina, y siempre mujer. Y se mete en la habitación con su mocho y sin hacer ruído, y mientras friega notas su dulzura, su temple y su calor.
Y, te dice, que ella coge el metro y que lo mejor es tomárselo todo con calma, y que la mejor sección del hospital es el departamento de maternidad porque nacen hijos nuevos de madres eufóricas y llenas de confetti y ternura. Y la sirena limpiadora sabe que estás en el hospital y en la saturación, pero también sabes que hay gente eterna.
-Y MÁGICA-

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