jueves, 23 de mayo de 2013

- EL ALTA -



Mi  madre ya tiene el alta hospitalaria. Pero, tras once días en el hospital, comienza de nuevo otro tiempo y otra ilusión. El oxígeno. Mi madre va a necesitar de empuje mecánico artificial para poder respirar.
Y al principio todo ha sido una caos. Mascarilla, máquina de ventilación, y     mil    cables desparramados por la habitación camino de los enchufes respectivos. ¿Me aclararé con tanto cable y con tanta artificialidad? ...
Prefiero un balcón con plantas. Pero asumo la realidad. La casa se parecerá a un laboratorio con un buen fin. Auxiliar a los pulmones castigados de mamá.
Al comenzar la jornada, andaba yo más ahogado que mi madre tesoro.    No    estoy    acostumbrado a esas cosas del oxígeno, y me parecía que no llegaría al nivel de las exigencias. Me sentía Jerry Lewis en un zafarrancho en los almacenes con todos los botes y los productos desparramándose por el suelo. Sí. Sientes miedo. El oxígeno es vital y te da yuyu fallar. Pero, poco a poco, he notado que a mi madre no le pasaba nada especial. Al revés. Se encontraba mucho mejor de salud.
Su alta hospitalaria, ha sido también mi capacidad para rehacerme de los temores y crecerme ante las novatadas y las adversidades. Lo que pasa es que este alta no termina de convencerme. Son mis miedos. Antes, te daban el alta y ya estaba todo. Este alta es nuevo y especial. Es un alta de alerta y de paliativo, de continuidad y de labor renovada. Ahora soy casi un enfermero exagerado. Soy un tipo que nunca se ha llevado bien con las máquinas y que siempre he apostado por la fuerza de lo natural y sin edulcorantes o colorantes. ¿Qué voy a hacerle? ...
Hay altas agridulces y extrañas. Pero también son la vida y la realidad. Sí. Hay altas que son contraltos y no sopranos, pero también son un saludo de banderazo para seguir hacia adelante y hasta donde la ley de vida nos marque.
Vida artificial. A mí no me gustaría llegar a viejo de esta guisa. Me gustaría estar por debajo de la media cuando llegue mi óbito, porque la longevidad excesiva y actual te jode la calidad real de vida.
Me gustaría morirme en la Naturaleza abierta, en un lugar amplio y nada claustrofóbico, y nunca ver delante de mí dependencias, máquinas, hilos, conexiones y ayudas científicas excesivas. Sí. Todo lúcido y por mí mismo. Riendo y caminando   por   el     sendero   de mi independencia y de mi libertad.
Mas, aterrizo. Pongo los pies en el suelo y en el alta que se renueva día tras día con médicos o sin ellos. Y entonces me digo que no se planifica el declive, y que nunca sabes, y que no hay que pensar demasiado en el devenir.
Mi alta es levantarme todos los días y en el presente, y con renovadas alegrías y sueños. Ése es el alta. Seguir de pie y ahí. Con la convicción de quien rehace su vida con alegría y nueva vitalidad. Mi alta y el alta de la vida, es éso. Disfrutar de cada momento, de cada segundo, de los placeres que están ahí, del presente de indicativo del verbo vivir, e introducirme por completo en mi reino de la responsabilidad.
El alta no es un papel sino una actitud del espíritu. El alta es el pájaro que te alumbra el oído al alba, e incluso tú, mujer hermosa, que haces que mi cabeza se vuelva casi en tic para admirarte mejor. Como quien ama a la primavera mágica del Mayo de siempre.
-DE MÍ, DE TÍ Y DE TOD@S-

2 comentarios:

El declive nos avisa del nuestro y.creo.nos prepara y acomoda al devenir.
Disfruta de lo que algunos ya perdimos mago.
Un abrazo.

Dmilu.
Desde Bilbo con amor.

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