lunes, 13 de mayo de 2013

- MUERTE, VIDA Y VERBO -



Esta tarde mi madre me dio un susto. Mi hermano me llamó todo preocupado. La mamá no estaba bien. La llevamos al médico y tiene un catarrazo. Y hubo que darle oxígeno, y paciencia, y antibióticos, y todas esas cosas. Y también la idea de la muerte me hace pensar jadeante y real. Hasta enfadado ...
La ley de vida. ¿Qué es eso de la ley de vida? La muerte, ¿es el eufemismo de la ley de vida? No me interesa la muerte, pero sufriré. Está en el contrato y no se libra nadie. La muerte más que perplejo, te molesta. Te jode. Jode al muerto y angustia vilmente a quienes queremos a los muertos. A los nuestr@s.
Sí. La vida y la muerte son dos terribles enamorados que se evitan para luego escindirse y dar por saco. La vida es cántico de pájaro mañanero, y la muerte huele a velatorio solitario de noche de hospital y malas nuevas. A incertidumbre y a reloj roto.
Mirad. Cuando estaba tranquilamente viviendo mi tarde, entonces me doy cuenta de que la muerte acecha camuflada esperando a que bajes la guardia para morderte bien. Y entonces te metes en la angustia y en el desconcierto, y sufres, y vas de Herodes a Pilatos a contar tus neuras, y esperas que todo acabe bien, y tratas nunca de escuchar la canción de la pérfida de la guadaña.
No me interesa la muerte, que se muera la muerte, no quiero estar triste ni preocupado, no quiero que enguarren la camiseta de mi alegría y de mi seguridad. No deseo sobresaltos ni adversidades, ni me interesan los médicos, las enfermeras, los ambulatorios o los hospitales. Que no me hablen de farmacias ni de potingues de luxe, ni de artrosis, ni psicosis ni neurosis. Porque el mundo de las "osis" es un mundo cabrón que te trata mal a tu risa y la convierte en una mueca de asco. Yo no me explico bien cómo pueden vivir la vida y la muerte, como el haz y el envés de una hoja, tan tranquilos y tan diferentes. ¿Alguien lo sabe? ...
Sufrir cuando sientes el dolor, no lo caza la palabra ni el escrito. Solo llega la rebeldía y la protesta ante la desazón. Ha de pasar un tiempo previo de duelo en mí para aceptar que mi madre se morirá el día que le toque, y habrá otro tiempo de duelo clásico y oficial que hará patente y rubricará la ausencia física de quien siempre voy a querer y con locura.
El mundo está hecho con la suficiente luz y sombra para que te quedes asombrado y meditabundo. Tengo que volverme un egoísta y un darwiniano individualista para poder seguir caminando, y para que me entre la comida, y para que vuelva a pensar y a brincar. ¡A todo! ...
Eso de mirar a un médico a ver lo que dice, o esperar en una sala a que te llegue el turno, o jugar a la bonoloto de lo inevitable, es un mal trago que te empuja a pensar que también está el placer y el relax.
Y poco a poco me desmarco del mundo desvalido y fatal que se va, y me fijo en el crecer y en la primavera, y en las flores que salen brillantes porque es su obligación, y en las mujeres maravillosas y en los hombres inteligentes.
Me acuerdo y evoco la idea de la serenidad y de la aceptación de lo que no se puede evitar, y me quito el sombrero ante los semblantes tranquilos y que casi nunca se descomponen. Parecen héroes. Lo admiten y se lo tragan todo. Y conviven con la lencería femenina y con un velatorio, con una cópula y con una devastación, y son bomberos y soldados de la obligación de la paz, y les importa un sano carajo tanto un nubarrón como un sol de Julio.
Hay gente que lleva el verbo en la conducta y no en el arabesco, y que son capaces de hacer cosas magnas sin despeinarse, y de rehacer sus vidas con la convicción de una nueva sorpresa positiva y venidera. Como la vida, que es otra cosa que la muerte. Como el tiempo frío y real, que hace que todas las mañanas siempre puedas seguir soñando.
-AUNQUE NO LO CREAS-

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