Soy una mujer, deportista, tengo treinta años, y un gran sueño por cumplir. Os confieso que me gusta el fútbol, y os aseguro que sé de este deporte más que muchos varones.
He ido a infinidad de conferencias, me he informado de todas las modernas tácticas y de los más avanzados sistemas, conozco la psicología de los hombres deportistas, y os aseguro que no me asusta la situación. Entre otras cosas, porque yo la veo factible. ¿Sorpresas acaso? ...
Soy consciente de que me muevo en un terreno extremadamente machista, y que ésto siempre ha sido monopolio de los hombres. Y que cada vez que me ven por ejemplo actuando de árbitra,- por poner un ejemplo de los mil que puedo desarrollar-, entonces se me acercan todos con gran curiosidad. Les encanta verme pitar, para así etiquetarme toda la proyección de sus defectos en mi rechazo.
Que si me vaya a fregar, que si tengo buenas piernas, que si me gustarán las mujeres, que si estoy ahí porque no lograré ligar con tíos, que lo mío es la casa y sus labores, y sus risas de cachondeo se vuelven graves insultos cuando les pito una falta que no les gusta admitir, o si les indico un penalty o les expulso a uno de sus jugadores. "¡Qué tía más burra!", me escupen ...
Y no solo los curiosos hinchas espectadores y sus mujeres respectivas, las cuales merecerían un capítulo aparte. No. Tenéis que ver cómo me miran los jugadores de fútbol cuando les sanciono con una falta o les hago una observación sobre su conducta antideportiva. Sí. Me miran con una mezcla de paternalismo, incredulidad, y como queriéndome decir que se contienen porque si no me iban a decir que quién soy yo realmente. Es decir, una tía que lo único que quiere es figurar, presumir y que se hable de élla. Una puta, y una fresca: una entrometida que no tiene ni puñetera idea de nada.
¡Mentira! Todo eso es mentira. Sé, al menos, lo mismo de fútbol que todos los que se mueven en este gran negocio y en esta gran pasión. No me gusta el protagonismo, sino la justicia. Creo que soy discriminada en el fútbol por razón de sexo. Yo sé mandar, y hacerme respetar, y entender a un jugador en apuros, sé de psicología y de muchos saberes más, he practicado la docencia, y soy una chica universitaria y con título. No soy precisamente una palurda, tengo un buen status social, y no me mueve el afán por el dinero.
Sé que las chicas van mucho al fútbol, y que cada vez hay más periodistas mujeres en el deporte, y que sobre el blablablá se nos va abriendo un camino innovador. Pero yo, quiero más. Mucho más. Bastante más. Lo mismo que éllos ...
Yo quiero entrenar a un gran equipo. A un equipo de Primera División, o incluso a un coloso como un Madrid o un Barça. Pero, lo que deseo, es demostrar al mundo que las cosas son posibles. Que las mujeres, podemos lograrlo. Que, el fútbol, también es cosa nuestra y no de marimachos o de lesbianas. Que nuestro camino no solo es la gimnasia rítmica, el rímmel o la natación sincronizada, sino que tenemos el mismo caudal mental de competición y de prestigio. Que también vamos a poder con un deporte abrumador de hombres. Yo, al menos, lo pienso así. Ésto, ya es 2013, ¿no? ...
Cuando veo a todos esos entrenadores de fútbol en las ruedas de prensa con esas caras contenidas, y con excusas y conveniencias en los discursos planos, me digo entonces a mí misma que nosotras también somos capaces de fingir y de impostar como éllos, y tener reflejos y habilidad, y ganarnos por fin el respeto general.
No tengo miedo. Sé, que pasará. Que, va a pasar. Que vamos a conseguir estar muchos más escalones arriba, y que las reticencias del machismo atávico caerán hechas trizas por una realidad más que imparable.
Y que por el camino, encontraré todo tipo de trabas inadmisibles y de escupitajos llenos de testosterona de desprecio. Pero al final, lo lograré.
-¿OS APOSTÁIS ALGO?-
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