lunes, 21 de enero de 2013

- INEVITABLE -



A James Brinks le venía todas las noches la misma      deductiva       pesadilla.     Pero,   afortunadamente, no se cumplían sus angustiosos y letales augurios.
Mas, una tarde de festivo, sucedió. Sí. Cuando llegó a su casa, se escuchaba un silencio como definitivo y extraño. Y, si lograba aguzar el oído, conseguía atisbar auditivamente un llanto penoso.
James Brinks se colocó las manos en la cabeza, y respiró todo lo hondo que su situación se lo permitía. Y, tras unos brevísimos y extensos instantes a un tiempo, el hombre penetró en el interior de su casa. Había sangre en el hogar. Mucha sangre. Y, al lado, una pequeña,-por menuda-, mujer, y sin pulso. Su madre. Su madre se había caído sin fuerzas al suelo. Solo estaba su cuerpo inane y frío.
Al fondo de la casa, cerrada la puerta de una habitación, se notaban los lloros desgarrados a la par que contenidos de su hermano Andrew. Al cual, le daba vergüenza que le oyeran,   y desesperado sufría para sí la pérdida irremediable de su progenitora.
James Brinks, se agachó junto a su madre mayor. Se puso a su lado y tomó   sus  manos  frías. La cogió en vilo, y la acostó sobre una de las camas. Era su ceremonia fúnebre y de respeto. Su madre no merecía aquella posición después de muerta, sino dignidad. La mayor dignidad.
A continuación, James extrajo de su bolsillo el teléfono celular, y comenzó a llamar a todos los teléfonos médicos y de todo tipo, para comunicar el óbito y la desgracia.
Tras realizar dichas gestiones, se quedó como petrificado en la instancia, mientras algunas silenciosas lágrimas de tristeza y duelo, se paseaban desde sus ojos a las mejillas en dirección al suelo, a su ropa y a su todo. Pero, no obstante, James trató de mantener la compostura y la coherencia.
Llamó con los nudillos a la habitación de su hermano, pero éste no estaba por la labor de abrirle ni de darle explicaciones. Insistió varias veces James Brinks, hasta que finalmente su hermano Andrew se tiró desde la cama hasta la puerta para decirle súbito: -"Pero, ¡imbécil! Ya lo sabes. La madre, se ha muerto ..."
- "Sí, Andrew. Pero, ¿cómo ha sido todo? ..."
Mas su hermano maldijo entre dientes, y se volvió a meter tras un portazo, en el interior de su cuarto.
Cuando llegaron la policía y los medios sanitarios, James abrió la puerta, pero cuando  le preguntaron acerca de las circunstancias del óbito, su hermano Andrew salió de nuevo del cuarto y les dijo a todos y sin mirar a James: - " Pues, que era muy mayor ... Llevaba unos días muy débil. Pero, es igual. Es mayor. Era. Se me ha caído, se me ha ido de las manos, y se ha golpeado en la cabeza. Es la sangre que ven. ¡Dios mío! ¡Me cago en ...! "
Los médicos, aconsejaron a Andrew que se calmara y que se tomara unos sedantes.   El  hermano de James se negó, y solicitó que le dejasen en paz en su cuarto.
James Brinks llevaba algunas semanas aceptando el duelo inevitable. Y desde la dura lógica, se puso a colaborar con todo el personal auxiliar y orientador. Le dijeron todo lo que se hacía en estos casos. Y James Brinks obedeció, les siguió, y no durmió en toda la noche. Se quedó velando el cadáver de la maravillosa mujer que le había parido.
Su hermano Andrew, parecía mirarle con sorpresa y hasta con rabia. ¿Cómo podía  estar  entero?, ¿es que no sentía la muerte de la madre?, ¿por qué era frío y hasta más fuerte en todo que él? ...
James no dió importancia a las cosas que no la tienen. Había aceptado lo inevitable del final de un ser humano. Y aunque por dentro sus reacciones estaban preñadas de dolor, sentía que la vida le decía que el verdadero relevo había llegado.
-SU MADRE YA DESCANSABA-

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