martes, 22 de enero de 2013

- PLÁTANOS CON FIDEOS -



Y el caso, es que mi madre parecía hoy tener mejor aspecto que en los últimos días. Y esta mañana, mientras permanecía sentada al sol mágico de Valencia en invierno y en uno de los bancos del precioso Jardín Botánico, presentaba un aspecto alegre, relajado y hasta abierto. Me sorprendió levemente tanto bienestar.
La gran lección de hoy, me fue el miedo. La preparación, frente a la contemplación   de   su   cambiante aspecto y actitud, cuando la he devuelto a casa en la silla de ruedas.
Está enfafada, porque no puede andar sin la ayuda de mí o de los demás. No hizo caso a lo que le dijo el médico, sus piernas se han anquilosado, y como mi niña traviesa madre no ha hecho otra cosa que caminar y todo lo que ha querido, el hecho de verse ahora con una gran limitación física, la ha hecho saltarse todas sus paciencias.
Hoy, mi madre quería libertad. Y sus locas travesuras mágicas y lamentables a un tiempo, buscaban el efecto y la creatividad de una redención. Ha decidido asustarme. Y, a fe que lo logró ...
Le he preparado una sopa bien caliente de fideos, y también le he dado un par de plátanos y unos yogures. Y ahí, ha comenzado todo mis revés emocional. Era la primera vez que me lo hacía, y los atletas deben entrenar y curtirse para estar a la altura que se supone en éllos.
Me he ido un instante a la cocina nuevamente, y al regresar me he fijado en dos cosas. Que mi madre no solo estaba cortándose los plátanos a trocitos e introduciéndolos en el interior del plato de sopa con fideos, sino que lo hacía con una terrorífica para mí naturalidad.
Le he dicho, todo nervioso, que qué demonios estaba haciendo. Pero sus respuestas eran balbuceos y autoobstáculos. Ni élla misma, sabía lo que estaba haciendo. Pero, lo que estaba claro, era que la comida se echaba a perder. Mi niña madre me ha dicho que naturalmente, "éso no me lo voy a comer..."
Tocado por el golpe sutil, he decidido sentarme a su lado mientras ella me gritaba burradas sin la más mínima contención ni miramientos. Su rostro, denotaba ira extraña y enfermiza.
Temporalmente derrotado, he decidido ser sincero a su vera, y le he confesado: -" Mamá, me has dejado asustado. No puedo saber lo que pasa, ¿sabes? ..."
Mi madre se me ha quedado mirando, y me ha terminando confesando que estaba nerviosa. Al verme vulnerable, ha decidido proteger a su niño, confiándome su sinceridad. Lo sentía ...
El pacto. Sí. Yo le propuesto hacerle de nuevo la comida. Y élla me ha admitido que si le ponía más caldo a los fideos, que de acuerdo ...
Ni corto ni perezoso, y entendiendo que el comer es básico para que pueda tener mi madre vitalidad y defensas frente a sus achaques y el poder del efecto secundario de los fármacos, allá que me ido a hacerle por segunda vez de nuevo toda la comida.
Asustado, me he acercado hacia ella con el plato de fideos, y lleno de caldo, y se ha puesto a hincarle la cuchara. Ni me he atrevido a preguntarla si estaba bueno, por temor a un nuevo no.
Por ahí parecen haber terminado los sustos y los incidentes. Porque a continuación se lo ha comido todo, se ha tomado la pastillita, y no ha puesto la menor objeción. Quizás       la   normalidad volvía ...
He aprendido de nuevo, en el proceso inevitable de su senectud. He comido   un  tanto   angustiado, y luego he dormitado un rato. Cuando he salido de la minisiesta, me sentía con renovados estímulos.
La próxima vez que me meta los trozos de plátanos dentro del plato de sopa, podrá haber desagrado pero ya no la sorpresa extraña. Los caminos del deterioro    son   realmente complejos, pero el objetivo es no venirme abajo con las extrañezas y las dificultades.
-A RELAJARSE TOCAN-

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