Ocho de la tarde. Mis codos perfectamente angulados sobre la mesa del comedor, hacen que mi cuerpo adopte frente a la pantalla del ordenador una postura armónica y concentrada. Estoy en mi ocio y recuperándome del estrés. Suena el teléfono.
Es, mi hermano. Me habla con lógica voz nerviosa y preocupada:
- "Oye, vente para casa. La mamá mea sangre y ..."
- "¿Que mea sangre? ¡No jodas! ¡Voy para allí! ..."
¡Joder! Mi madre senil jamás ha orinado de ese color tan rojo. Llega el gran susto y la gran preocupación. Al llegar a casa, mi hermano me enseña el baño, y aparecen en efecto restos de mucha sangre. Pero pasan dos cosas. Que veo a mi madre muy tranquila, y a mi hermano excesivamente incapaz de pensar con agudeza. Quiere llevarla al hospital y tal ...
Yo, decido cavilar. ¿Al hospital? Si no hay más remedio... Pero si lo hay, alguien deberá orientarnos. La farmaceútica ya ha cerrado. En el SIP pone un teléfono de urgencias, pero mi hermano me dice que solo tiene un euro de saldo y que va a recargar su móvil al banco.
Yo, sigo decidiendo pensar en medio de un susto tremendo. ¿Sangre?, ¿sangre?, ¿qué será sangre al orinar?, ¿le estará pasando algo excesivamente insuperable? ...
Lo único que sé es que llamo al teléfono de urgencias del ambulatorio habitual, y me dicen que una opción es que si la llevo, una médico está hasta las nueve y que podrá verla. Le doy el okey. Y, ni corto ni perezoso, la meto en la silla de ruedas y la acerco al Centro de Salud.
- "Ésta debe ser la señora de la sangre, ¿verdad?", tercia un enfermero al vernos.
- "Yo soy. Sí. Gracias..."
- "Un momento y la ve la médica ..."
¡Oh, existe alguien! Menos mal. Y, lo primero que hace la médica es preguntarnos a los dos hermanos si realmente la sangre la ha excretado al disponerse a orinar y por el sitio que se le dice. Yo, miro a mi hermano, y comienza a dudar. La médica, lógicamente, nos mira muy desconfiada ...
- "Intenten que orine. Tengan este botecito. Así, podré ver con más rigurosidad las cosas ...
- "Gracias, doctora."
Al cabo de unos minutos, mi hermano tiene dudas. Me dice: -"Coño, yo creo que tiene sangre en un grano en la pierna ..."
Dudas. ¿Dudas?, ¿será posible? Yo, ya me canso y le digo a la médica que por favor la explore antes. La galena, muy amable, se acerca y certifica: - "¡Ya me extrañaba a mí! Su pañal está bien limpio. Éso, es que se ha debido reventar el grano y se ha caído sobre el orín ..."
¡Cago en diez! ¡Todo el gran mal está descartado! Decido ejercitarme desde la contención. Estaba a punto de mandar a mi hermano al carajo. No es lo mismo que mi madre orine sangre, que que tenga un grano. ¡Leches! Qué tío más despistado ...
Al llegar a casa, todo no puede salir euforia. ¿Dónde está el bastón de mi madre? Evidentemente, se ha quedado en el interior del ambulatorio. Cerraban a toda prisa. Éramos los últimos. Las últimas luces se cernían sobre todas y sobre todos. Ya debían ser más de las nueve de la noche. Tema turnos y finales de jornada. ¿Y si mañana reaparece la sangre el bastón? ...
Susto y más susto. ¡Qué miedo pasé! Me la imaginaba en el Hospital entre cientos de pruebas, colas y pacientes. No ha sido necesario. He debido de batir el récord mundial de llevar a alguien con silla de ruedas de casa al ambulatorio con grandes pesos. Mi mami, pesa un quintal.
Lo mejor es que ella ya me sonríe, porque nos ve más tranquilos a todos. El extraño caso de la sangre escandalosa, pasó afortunadamente a la historia del susto. Su sonrisa, me relaja.
-MIL EMOCIONES JUNTAS-
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