miércoles, 23 de enero de 2013

- QUÉ NOCHES LAS DE ESTOS DÍAS -



Mi vida va cambiando paulatinamente hacia una ubicación más auténtica y real. Pero, os confieso, que como todo cambio me ofrece un indudable desgaste.
Empezar. Empezar bien y de nuevo. Empezar, y valga la pena, por el principio y cuando no se está acostumbrado. Sí. Ahora, y cuando estoy a punto de meterme en la cama y descansar, hago balance y no puedo hacer otra cosa que sonreírme muy por adentro. Estoy ganándole toda la partida a los miedos. El deseo de crecer, no me conoce de fronteras ni de obstáculos. Y, éso, ha de llenarme de lógica satisfacción. Lo hace.
Duermo ahora bastante en mi propio hogar. En, el que el día de mañana moraré, y en donde permaneceré si el destino lo prefiere hasta el final de mis días. ¡Oh, mi casa! La casa en donde por cierto, yo nací ...
Atrás los recuerdos, y aparición de muchas nostalgias. Porque mi casa huele  a    silencio inacostumbrado y a cosas raras y nuevas. A cosas necesarias, las cuales todavía no logro comprender, porque para entender las claves de recomenzar a dormir y a despertarme de otro modo más cierto y constante, se requiere toda la convicción      y     kilogramos     de   responsabilidad.
Me cuesta. Sinceramente, cuesta acostumbrarse a la situación irremediable. Me     cuesta   acostumbrarme a un nuevo yo, que está cargado de ilusiones    a    la    par    que      de     incertidumbres. Y aunque es maravilloso, os confieso que a veces me dan ganas de sentarme en una silla o de acostarme en la cama, porque he de reflexionar mucho sobre mis prioridades y mi actualidad. Se amontonan muchos frentes, y hay que decidirse  y  elegir. Aprender a elegir. Acostumbrarse a ser certero, pero igualmente a errar mucho. Es, la vida. La verdad auténtica de un adulto, acuciado por la extraña y hasta pizpireta adversidad de un pasado cuya página se cierra definitivamente   como     lo       hace      la    ley   de  vida.  Irremediablemente, aparecen nuevos enfoques y ángulos, otras perspectivas y cosas que llegan hasta abrumar.
Porque, además, no es un cambio de estancia que otorgue el sosiego plácido. No. Tengo a cargo a mi madre anciana en la casa del hermano, y solo puedo atender a la casa y a mí, a ratos. Cuando llega el tiempo del relevo y del descanso, y alguna horita más los   fines   de  semana.
Pero, sí. Están cambiando muchísimas cosas. Estoy durmiendo casi todos los días en mi casa entrañable. Duermo en mí, descanso, ceno, estoy en el ordenador, veo la tele, y escribo con poco tiempo y a mucha velocidad. Todo es premura para mí, pero he jurado mi propio sacrificio.
Mas, es evidente, que mi casa actual me va planteando unas alegrías, sinsabores y vivencias, que ha mucho no podía soñar con conquistar. Y, soy consciente, de que los inicios siempre son estresantes, y que estoy más cansado aún mental que físicamente. Dicho de otro modo: que, en este período de incisos y de preliminares en la mudanza hacia  mi     casa     en   la   que  permaneceré mucho tiempo, voy a necesitar mucha fuerza mental para poder soportar la presión del cambio. He fichado por otro yo.
Viene a ser como una aventura extraña y adolescente, en la que está casi todo por vivir y por experimentar. Mas, os aseguro, que no solo es que valga la pena ese yo que se hiergue y sigue creciendo de modo imparable e irreductible, sino que el proceso de asunción de las nuevas cosas es lo más bello y consecuente que yo puedo hacer ahora.
Debo tenerme paciencia, descansar mucho, dosificar los esfuerzos dado que ya no soy un treinteañero a pesar de mi fortaleza y vitalidad, alimentarme mejor, elegir compañías y afectos sinceros, y nunca dejarme llevar por el tonto y engañoso abatimiento.
¡Ni hablar! Voy a seguir. Sin prisa, pero sin pausa. Sin lloros ni agobios, sin pensar que no voy a poder superar la aventura, y reflexionanando acerca de la idea de que nunca nadie logró nacer enseñado.
Por éso, ahora que coinciden el final de este escrito de hoy y el comienzo de mi descanso reparador, unas extrañas y potentes energías de libertad me convencen y me llevan. Me alegran y me guían. Me besan y me dan calor.
-COMO MIS CONFESIONES-

0 comentarios:

Publicar un comentario