jueves, 11 de octubre de 2012

- MERCY LA RARA -



Mercy es de Ecuador. Muy guapa y suya, y hay cosas que jamás podrá asumir. Ella es grande y de ahora, vanguardista y fashion, ambiciosa, y con todos los deseos. ¿Se puede parar a Mercy? ...
Aparentemente, sí. A Mercy no es que no le guste volver a Ecuador por la crisis y todo eso. No. Lo que pasa es que Mercy se considera poderosa, del mundo, viajera, ama la moda, los gimnasios y toda la tecnología. El triunfo es para élla, el asfalto y la crema del mejor mejor centro de estética y maquillaje para su piel.
Mercy no puede negar que está cuidando a un anciano español, y todo eso le quita tiempo y prestigio ante los otros. Lo que sucede es que tiene hijos y hay que darles de comer. Sí. Están los hombres que le gustan y que nunca termina de encontrar, lo difíciles y al borde de   la delincuencia en el que se han posicionado sus vástagos, y la reducción paulatina de sus bienes y posesiones. Ni siquiera tiene ya una casa propia y debe compartir habitaciones con gente extraña, luce un tremendo iphone, y la llaman rara y antipática.
Mercy lo que piensa es que nunca podrán comprenderla. Y no puede entablar relación con los otros cuidadores de su país y de otros países latinos hermanos,  por      una      razón    fundamental. Porque Mercy se siente toda una señora, y porque ve a las otras chicas como a gentes derrotadas o resignadas. Y élla, nunca será de esas. Sí. Mercy se siente protagonista de un mundo propio, y está empezando a perder la paciencia con sus rutinarios seres humanos que no tiene más remedio que ver todos los días y en sus lugares menos sexys y excitantes. Su orgullo es gordo. Y su cara, se está poniendo demasiado evidente.
Pero ella es guapa y escultural, mujer eterna de gimnasio y mundo, que está harta   de  mediocridades y menoridades, y que aspira y se coge a clavos ardiendo de perspectivas de mejora social y de superación de su estatus.
Si tiene que replegar su semblante y su estar, lo hará. A élla, que no     le   vengan     sus  compañeros de oficio menor con quejas esperadas. ¡Ni hablar! No le interesa nada de ese mundo pobre y desesperado. No le interesan las viejas de ningún sitio,   ni     malditas     las  dependencias.
Mientras Mercy mira de reojo a su cuidado y viejo señor Ricardo, piensa enrabietada que a quien deberían cuidarla y hasta mimarla, debería ser a élla. Que la dieran amor, y presencia, y capricho, y confort, y viajes en avión, y millonarios potentes que hicieran realidad todos sus sueños posibles. Eternos.
Nancy la rara, cree en la violencia como recurso defensivo. No se fía de nadie, y tiene cara de leona dispuesta a lanzarse sobre la faz del primer cabronazo que ose molestarla y meterse en el dominio de sus terrenos. Pobre de quien lo haga. Sabe lo que es el sufrimiento y la mierda, la frustración y la insatisfacción, la pobreza y el tedio, la ausencia de monedas y la presencia de incomprensiones y sambenitos.
A Mercy poco la asusta ya nadie. Élla, actúa. Y sigue necesitando creer en sí misma y en su capacidad de crearse si es preciso un mundo propio donde los otros la contemplen y admiren.
No. Mercy nunca será una cuidadora de viejos o una desheredada de la tierra, aunque los otros lo piensen. No va por ahí. Ella será siempre una enorme triunfadora que deslumbra y llamará siempre la atención.
-SE QUIERA O NO-

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