Dely es de Bolivia, libre, juvenil y eterna. Natural como las flores de su país, y tremendamente alegre frente a la adversidad. Sí. Dely es Dely, porque es así. Astuta, mágica y dispuesta a pisar los menores picos puntiagudos posibles. Hay que sobrevivir y tiene hijos. Es complicada su vida en España y mucho antes también, y los padres de sus hijos la decepcionaron bastante. Pero Dely tiene siempre y como es su obligación, su sonrisa entre los labios. Sonrisa de eterna niña.
¿Quebrarse dicha sonrisa? No. No debe. Dely cuida a la anciana doña Rosa, que es de Soria. Sí. Doña Rosa. Muy mayor y pejiguera. De dinero. Con cara de palo y de dama rica, cuyo tiempo se reparte a causa del clima, entre el Mediterráneo y la Meseta de Castilla. El nivel del mar y la gran montaña. Doña Rosa no puede mi desea soportar el calor.
Dely no sabe qué pensar de doña Rosa. Nunca lo supo bien. ¿Choque cultural?, ¿orgullo el de su señora?, ¿extrañeza?, ¿qué le sucede realmente a la nonagenaria ya doña Rosa?, ¿qué le sucedió hará ya algunos años que ella la cuida?
Dely solo sabe que su trabajo no solo es dar de comer a sus hijos, y que la vida también es amar y hacerlo bien ante las personas que la rodean. Dely quiere ser una avispada profesional. Y entiende que para cuidar bien de doña Rosa, tiene que acercarse humanamente a ella. Lo otro, no la sirve ...
Las hijas de doña Rosa han decidido vivir, sin por ello dejar de querer a su madre porque no se puede. Pero, éso, no convence del todo a Dely. Deberían verla más y preocuparse más por ella. Es su madre, leñe ...
Pero eso no va a importar demasiado a Dely. La vida es presente de indicativo. Y la realidad es que la senectud de doña Rosa la lleva a ella a mal traer. Llora mucho Dely, y no es normal ...
La mujer boliviana, no puede dormir por las noches. No la deja doña Rosa, con sus cosas y con su mirada severa y orgullosa. Es igual. Se aguanta una, y cumple las órdenes. Doña Rosa ha de caminar un rato todos los días para que su salud vaya mejor, y el sueño la alcance por la noche. A rajatabla está Dely con dichas órdenes y profesionalidad. ¡A trabajar!
Doña Rosa, no tiene en cuenta a Dely. Solo la ve como a una aprovechada, lista y fresca, que está solo con ella por dinero. Y se lo suelta en la cara. Y cuando el otro día la indita Dely obligó a doña Rosa a caminar un ratito, ésta se negó. Y para ratificar claramente su negativa, la anciana no tuvo reparos en soltarle una bofetada en la cara. Y a continuación asió el bastón e hizo por darla. Delante de todos ...
Dely no está aún recuperada del todo. Nunca esperaba el bofetón de doña Rosa ni su falta de miramientos. Lo de menos es el bofetón. Lo de más, es que se siente despreciada como ser humano, que doña Rosa la ve como un ser menor y de poco fiar, y que a los otros españoles sí que se dirige con atención y respeto.
Lo que parece ser la viejita Rosa es una xenófoba impenitente, la cual nunca confiará en foráneos aunque estén las veinticuatro horas del día cuidándola y haciéndola compañía. Es más que evidente, piensa la cuidadora andina.
Dely es inteligente. Son ochocientos euros al mes, y hay mucho paro. No tira la toalla, aunque piense que los acercamientos a doña Rosa no podrán ya tener lugar. Dely hará su trabajo necesario, seguirá luchando por sus hijos y por todo, y esperará nuevas y mejores noticias de cara al futuro.
- ¡FUERZA, DELY! -
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