viernes, 26 de octubre de 2012

- HOLA, SOY EDWIN. ¡FUE UN PLACER, AMIGOS ESPAÑOLES! -



Hola, amigos españoles. Me llamo Edwin, soy ecuatoriano, y he vivido cinco años con todos vosotros. Habéis sido conmigo más que amables, y a fe que recordaré siempre     vuestro  espíritu alegre y lleno de apertura y simpatía.
Sí. Hace cinco años que llegué a España con mi mujer y mi niño Omar, recién nacidito. En Quito no veía futuro, y un día nos decidimos, tomamos un avión, y pensando en que Europa y España serían la definitiva plataforma de nuestro bienestar personal y propio, llegamos a Madrid recomendados por unos paisanos también de mi tierrita ecuatoriana que aquí ya andaban.
Gracias a ellos, conseguí un trabajo para allá el Mediterráneo cogiendo brócoli y otros productos del campo en la murciana Lorca. Pobre Lorca, con aquel terremoto que tuvieron. Ojalá alguien les ayude a reconstruír su cuidad rota. Son gente bondadosa y trabajadora.
Después, vino Valencia y mil trabajos diferentes. Tomaba el metro de las séis de la mañana, y si había suerte, me escogía un jefe cabo de una cuadrilla de trabajadores braceros, y allá que íbamos todos casi a codazos para la recogida de la naranja. Allí encontré paisanos, españoles, magrebíes, rumanos, y de todas las nacionalidades que imaginarse uno pudiera. Cuánta desesperación y necesidad. Aquello parecía una ONU de desesperados en precario a la caza de la efímera fortuna. Yo, Edwin, nunca quise decir a nadie que era escritor  y    de  vocación, porque las gentes se hubieran dado a la mofa y a la chanza. Y hubo que ser rudo y duro, y sacar fuerzas de en medio de las flaquezas, y tirar de espíritu positivo. Soy creyente, y sé que Él siempre estaba conmigo en todas partes con mi señora y mi nene Omar.
Ustedes españoles, ¡qué musicales y bulliciosos! Valencia y las Fallas. Qué locura más locuaz y de estrépito de pólvora. Llegué a ser fallero de una barriada, y le puse el pañuelito a mi peque Omar.
Nos divertimos mucho. Y hasta, sacando fuerzas de entusiasmo, participé y logré terminar en Valencia el marathón atlético popular. El ocio y el deporte, de veras que ayudaban, a pesar de que mi amada señora me reprochaba una y otra vez mis cansancios. Pero nuestro amor lo comensaba todo. Por él y por nuestro nene, moríamos al sudor y a la laboriosidad. Por todo y por todos ...
Mas, llegó la crisis. Estuve unos meses en la construcción como enconfrador, y mi mujer cuidaba ancianos hasta que unos racistas la maldijeron y ella se replegó en nuestro hogar y se enojó y amargó bastante.
Como os decía antes, ya hemos regresado a Quito. Para igualdad de penurias, ya preferimos pasarlas crudas aquí al lado de nuestras raíces y de nuestros sueños iniciales. Mi mujer está triste, y yo un tanto perplejo. Me siento como ese delantero que falla una ocasión de gol delante del meta, aunque sé que ese portero fue la crisis y el mal hacer   de   los dirigentes españoles y de la Gran Banca.
Nunca os olvidaré, amigos de España. Retendré vuestro optimismo y vuestro coraje, seré desde aquí un indignado más, y la experiencia con vosotros la mantengo como agridulce pero positiva. De veras que lo intenté, y sabe Dios que nunca hice daño a nadie, ni me quedé con lo que no era mío. Lo di todo. Me dejé el sudor en vuestros hermosos paisajes   y   coquetas ciudades. Pero sé que nunca más podré regresar.
-GRACIAS, AMIG@S-

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