Camino rocoso y de transición. Mucho polvo y falta de agua. Ganas de salir de ese desierto sin apenas sorpresas y colores. Nacesidad de apretar siempre los dientes. No hay mal que cien años dure.
Incertidumbre, camino de un vidente impostado, ceguera de noche, lobo posible o rata pilla y subversiva. Peligro en acción. Tiempo ralentizado aparentemente en mitad de la nada, aburrimiento y necesidad. Páginas grises y previsibles.
Calor y pocas ropas de protección, rojazo en la piel, posibles heridas y convicción de supervivencia. Los buitres te pasan por la cabeza y te recuerdan sin quererlo que la vida es además de única, un don extremadamente maravilloso. Vivir.
Desierto, destierro, piedra reseca y caliza, terreno picudo y traicionero, soledad, y hasta tormenta de arena. Luna esquiva y café de tuareg. Bandidos libres y plomo en la mirada. Caminas por el desierto, y necesitas aprender a sobrevivir. Y para caminar por el terreno yerto, has de estar convencido de que habrá un límite final y de que más pronto que tarde una enorme nube con color a verde pradera te llevará finalmente a tu meta personal deseada. Tú día libre de placer.
No está en el mapa tu desierto. Solo hay caminos y extraños senderos llenos de misterio y penalidades. Cárcel de la que se sale. Y a veces se levanta una piedra y encuentras un pozo de agua, y en las noches más excitantes cuando estás prácticamente extenuado eres capaz de soñar con un oasis lleno de huríes mágicas y bellísimamente cultas e inteligentes. Belleza sexual.
Lo mejor que tiene el desierto pueden ser los espejismos que te llevan por la iniciativa de la esperanza y de la resistencia. Sí. Cuando andas jodido, te puede salvar el construírte una coraza paralela y creativa que te distraiga de tus demonios interiores que te lancean como al toro de Tordesillas. Como lanzas demógrafas e implacables.
Zapato duro frente al mal rollo, capacidad para ser honesto y valeroso, saber que se sale, cactus que guarda en su interior una bomba suave de amor y mujer. Pulpa de melocotón apetecible. Púas peligrosas que debes esquivar, y antídoto medicado para los achaques que pueden amenazar tu íntegra sanidad. Cuidado tengas.
Y que te guíen los ángeles buenos y benéficos, y que la fortuna te sonría en forma de sombra de copa de palmera frondosa a cerca de cincuenta grados, y que la mala sangre no te lleve a tirarle la culpa de tu desequilibrio ubicativo, absolutamente a nadie. Nunca has de estar solo en el interior de tí mismo.
El desierto no es pueblo, familia o morada. El desierto es un infierno de muchos colores y de ninguno bueno para tí. El desierto es magno, extenso, imperial y probatorio. En él se esconden y hasta se exhiben los locos seres llenos de sed de maldad. Sí. En el terreno de la coyuntura pasajera y puntual, surgen mil preguntas y dudas. Preguntas de laberinto engañoso. No hayas de pensar en un desierto. No te detengas. Abundan los bichos y las víboras.
Sal de ese sitio, y camina. Camina y dalo todo, suda como un atribulado pero ten fe. Sangra, pero recupera y restaña todas las heridas. Y nunca mires atrás. Nunca dudes. Si lo haces sé que mueres.
- Y NO HAY ENTIERRO-
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