lunes, 28 de mayo de 2012

- EL ASTRONAUTA -



Clara Vázquez estaba hasta el moño de los problemas del desagüe de su baño, en su pisito nuevo y valenciano de la moderna y casi recién creada Avenida de Francia. Su piso de soltera, y de su autogestión e independencia personal. Una gozada. Un placer, de no ser por el tema de las filtraciones o de lo que fuera éso siempre roto de las tuberías o conducciones del agua. Maldito baño ...
Pero la Vázquez era bien testaruda, y nada ni nadie la hacía desanimarse. Si había      un   problema doméstico, solución se le daría. Otra cosa es que no se acertaba con la persona.
Clara, siempre todo pensado y hecho. Como buena valenciana, ¡che! Se lanzó en brazos de Google, y prontó conectó con alguien que todo parecía tenerlo. Experiencia, fontanería, precios sumamente económicos y mucha seriedad al hablar. Aunque fuera con un cierto  acento del Este...
A la media hora de contratar sus servicios, sonó el timbre de la puerta de su moderno piso, que está bien cerca del Oceanógrafo y del Hemisfèric. Al lado del cauce del río seco, lleno de deporte, lujo y calor estival.
- Doña Clara, es que soy Alexander y ...
- Oh, sí. Suba. Es el cuarto piso. Ya le abro ...
Clara pensó en que aquel hombre ruso llamado Alexander Pushkin sería fontanero o lo que fuese. Pero, además, un cromo. Un auténtico cañón. Un hombre alto, fuerte, atractivo, treinteañero, elegante, con unos ojos verdes de ensueño, y con una clase varonil realmente sorprendente y excepcional. ¡Soberbio! ...
- Mira, Alexander. Es que tengo aquí en el baño unas filtraciones, y te digo que es que no logro cerrar el tema, ¿sabes? ...
- Y el desagüe, ¿no? ...
- Éso es, Alexander ...
- No se preocupe, señora. Creo que ya sé lo que es. Termino pronto. Creo que llevo todo lo necesario en herramientas y material. Me doy prisa y la dejo en paz, ¿okey? ...
- Háblame de tú, ¿vale, Alexander? ...
- De acuerdo, Clara. Voy allá, gracias ...
Clara Vázquez tomó con fuerza el móvil y llamó a Elvira Cuñás, su mejor amiga.      La     conversación no pudo ser otra que la que orbitaba sobre el encanto angelical y varonil del fontanero ruso Alexander. Y hasta logró convencer Clara a Elvira, para  que   se   inventara  cualquier excusa para venir a verla, y de paso corroboraría sus asertos. Elvira no perdió el tiempo, y en diez minutos ya estaba en casa de Clara.
- Míralo, Elvira. ¿Le ves? ...
- Lo veo, pero no tengo palabras, Clara. Menudo hombre ...
Alexander Pushkin, terminó pronto. Subsanó rápido las deficiencias, y la conducción del agua recupero presto su eficiencia y normalidad. Todo, como nuevo.
- Ya lo tienes, Clara ...
- Pero, ¿ya está, Alexander?, ¿estás seguro?, ¿ya no tendré más problemas con el dichoso baño?, ¿en serio? ...
-Te lo puedo garantizar. Si lo deseas, te explico con exactitud qué sucedía. Y a tu amiga, también ...
- Claro, Alexander. Ahora te pago. Por cierto, ¿qué eres?, ¿fontanero?, ¿y de Rusia, no? Es que tu acento, ¿sabes? ...
- En realidad soy físico nuclear. Y no te lo creerás, pero he llegado a tripular una nave. Un cohete espacial, sí ...
- Ja, ja, ja, ja, Alexander. ¡Qué sentido del humor tienes! Je, je, je, je ...
- Hablo en serio, Clara. Puedo acreditarlo. He estado en el espacio exterior ...
- Nunca me lo podré creer, Alexander ...

-LO INTERESANTE ES QUE ERA CIERTO-

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